Un estilo de vida saludable, clave para evitar ictus entre los jóvenes.
Fuente: www.elconfidencial.com
Según la SEN, los accidentes cerebrovasculares en menores de 45 años han crecido un 25% en 20 años. Ocho de cada 10 se podrían evitar mejorando los hábitos de vida.
Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), una de cuatro personas podría sufrir un ictus a lo largo de su vida, y no solo en la vejez —debido al deterioro natural del sistema cerebrovascular—, sino a edades más tempranas y como consecuencia de hábitos no saludables.
En el caso de los jóvenes, para añadir datos que muestran en cifras esta realidad, en los últimos años los casos de accidentes cerebrales entre los jóvenes han crecido un 25% en 20 años. De hecho, según las cifras de la SEN, cada año mueren más de 3.000 jóvenes tras sufrir un ictus. A pesar de que se cree que sufrir un accidente cerebrovascular cuando se tiene menos de 45 años ayuda a que la recuperación pueda ser más rápida, esto no siempre es así. De hecho, la SEN afirma que «un 50% queda con secuelas discapacitantes o fallecen».
Para poner la enfermedad en contexto, debemos entender que el ictus es un problema cerebrovascular en el que se produce «una alteración de la circulación cerebral, que ocasiona un déficit transitorio o definitivo del funcionamiento de una o varias áreas del encéfalo», explica el doctor Javier Pardo, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
Según cómo se produzca la lesión, bien por falta de aporte sanguíneo o bien por rotura de un vaso sanguíneo, puede clasificarse en isquémico, en el primer caso, o hemorrágico, en el segundo.
Tabaquismo, obesidad, abuso de alcohol y drogas…
Los cinco síntomas principales que pueden alertar a una persona en los primeros momentos y que además se producen de forma repentina son dolor de cabeza, problemas de visión en uno o ambos ojos, pérdida de equilibrio y estabilidad, o de fuerza y sensibilidad en brazos, piernas o brazos, así como dificultad para hablar y/o comprender.
“En niños o jóvenes también podemos encontrar otros síntomas, como convulsiones o parálisis”, continúa el especialista, que añade que “es muy importante detectarlos en las primeras horas, ya que son cruciales para la posibilidad de administrar tratamiento específico y disminuir la gravedad del evento o las secuelas posteriores”.
En cuanto a las causas que los producen, suelen estar relacionadas con hábitos poco saludables. Entre ellos, el tabaquismo, el abuso del alcohol o las drogas, la obesidad, la diabetes o incluso el estrés. Si, además, algunos de estos factores de riesgo se combinan entre sí, el resultado es aún más peligroso.
Afortunadamente, según indica la SEN, el 90% se puede evitar. La doctora Araceli García, coordinadora de la Unidad de Ictus de la Fundación Jiménez Díaz, explica que “generar el hábito de control de la tensión arterial y llevar a cabo un estilo de vida sano, que pasa por el abandono del tabaco y la limitación del consumo de alcohol, el control del peso, hacer ejercicio y reducir la sal en las comidas, serían los principales consejos”. Por lo tanto, introducir estos hábitos reduciría el número de los que se producen en pacientes jóvenes que, cada vez más, están presentando problemas debido al sedentarismo, abuso de alcohol y obesidad.
En definitiva, la especialista concluye que “el ictus es un problema de salud pública que requiere de concienciación para conocer los factores de riesgo que lo producen y saber detectarlo tempranamente para así reducir drásticamente estas cifras”.