Eloísa y Marcelo tienen el mismo apodo: Elo y Elo. Eloísa y Marcelo se enamoran: para él el amor es como subirse a un tren y dejarse llevar; para ella en cambio, es como escalar una montaña escarpada.
«La pareja tiene que ser compañera, amiga, socia, deseable eróticamente, pero también estable… Creo que le estamos pidiendo demasiado»
Alicia amamanta a su bebé recién llegado, y de pronto nota que su marido, Alberto, se ha depilado la espalda, algo que sin duda le parece aterrador, ¿porque se quitaría los pelos si no es para alguien?
Luis, profesor y escritor maduro, se deslumbra con la hermosa, ambiciosa y veinteañera, Nerea. Sin embargo, al poco tiempo, comienza a sentir vergüenza de presentarla en su mundo de intelectuales cincuentones hechos y derechos.
Maca se enamora de David, ella es una chica rica y él no. Fran se engancha con Claudia y sus miedos le impiden seguirla en el viaje.
También está Lola, quien se ha vuelto a enamorar, pero no sabe cómo decírselo a sus hijos y a sus nietos. Y en el caso de Martín, diríamos que ama a Noelia a toda costa, pero ella no le corresponde con amor, sino con desdeñosa amistad.
Son algunas de las historias de “No todo el mundo”, el libro de relatos de la joven escritora española Marta Jiménez Serrano, (Madrid, 1990) que ya va por la quinta edición y se ha convertido en una guía de cómo se ama cuando se ama hoy.
Recorre amoríos y desamor, miedos e ilusiones, inicios y finales. “Me interesaba esa ambivalencia del amor, que por un lado es igual siempre y por otro lado tiene muchos matices”.
Con humor, desparpajo, buen ojo, buen oído y buen olfato, Marta Jiménez Serrano, que será parte del Hay Festival Arequipa, indaga en las experiencias de quienes buscan, viven y rompen amores en estos tiempos revueltos, de más horizontalidad en las relaciones, de roles en transición, los tiempos de Tinder, tiempos nuevos que aún carecen de modelos claros para saber amar y ser amados.
Se supone que hay que encontrar el amor, ¿es un gran sufrimiento si eso no sucede?
El no encontrarlo es un sufrimiento, todavía, pero diría que en eso hemos mejorado un poco.
Antes el estigma era mucho mayor para alguien soltero y creo que poco a poco estamos entendiendo que nadie tiene que venir a completarnos.
Lo que sí creo es que le pedimos mucho a la pareja cuando la tenemos.
Antes esos roles estaban diversificados y tenías sensación de pertenencia con tu comunidad, de complicidad con las vecinas, las primas… Y de repente, la pareja tiene que ser compañero, amigo, socio, deseable eróticamente, pero también estable.
Creo que le estamos pidiendo demasiado.
En esta sociedad individualista, vivo en una ciudad, en un piso y quien es mi compañero todo el rato es mi pareja.
Además, progresivamente se ha vuelto más simétrica la relación hombre-mujer. Antes la mujer estaba en casa y el hombre salía a trabajar, y cada uno tenía un papel muy claro, pero no era necesariamente de tú a tú.
Ahora ya sí, entonces entran más exigencias.
¿Te atreverías a dar alguna definición del amor?
El propio libro lo es, ¿no? Hay una frase del narrador que se me ha repetido mucho, que dice: «acaso el amor es que la conversación siga siendo siempre interesante» y es lo más cerca que estoy de dar con una definición que me satisfaga.
El seguir interesándose y que la curiosidad y la sorpresa se vayan renovando. Para mí sería lo contrario de estancarse.
Hay un personaje del libro que se sube a la relación como quien se monta en un tren: bueno, estamos saliendo, ya no hay nada que hacer, y para mí sería lo contrario de ir con el piloto automático.
Es el cuento de Elo y Elo: Marcelo y Eloísa. Marcelo se sube al tren, pero Eloísa comienza a subir una montaña, ¿se divide el mundo entre estos dos tipos de personas?
Es algo muy de género, la verdad.
Muchas veces, la mujer tiene esa tendencia a tomarse la pareja como una tarea y a comprobar las cosas que van bien, las que van mal, lo que hay que mejorar.
Históricamente ha sido ella la encargada de las emociones y de los afectos y el hombre tradicionalmente ha pensado menos en esto.
Por eso, un fracaso en la pareja o en la familia le pesa más a la mujer, porque se supone que de ella dependía el éxito y hay expresiones coloquiales que lo prueban: ‘ella no lo supo retener’, ‘algo tendrá ella’.
No es que no se entendieron o no funcionó y lo dejaron.
Se ha reposado en la mujer el peso de la responsabilidad emocional, pero son roles que estamos reconfigurando, intentando que sea de otra manera.
¿Por qué muestras las diversas barreras del amor, desde la diferencia de edad o de clase, hasta las visiones o expectativas opuestas?
Quería romper ese mito de que el amor todo lo puede, a veces no lo puede todo.
Existen diferencias lo suficientemente grandes como para que jueguen un papel y la relación se termine.
Me importaba reflejar a los miembros de la pareja en su contexto.
En las películas románticas se nos pinta a los amantes como dos burbujas que se chocan en una cafetería y tienen todo el dinero y el tiempo del mundo para verse. Nadie tiene un padre enfermo ni problemas para llegar a fin de mes.
Está también el relato de la mujer que se enamora de alguien que tiene una hija y se tiene que relacionar con ella, y si la pareja se acaba, estará perdiendo parte de ese mundo.
Todos hemos perdido amigos, a veces un hijastro, perdemos lugares, bares a los que íbamos. De ahí viene el papel de la ciudad, porque no hay nadie de vacaciones en estos relatos.
El título “No todo el mundo” es una frase inconclusa, ¿cuáles serían posibles finales?
Es irónico en realidad, sale de uno de los relatos, el de Verónica;.
Hay un momento en que se está intentando autoconvencer y repite, bueno, pero no todo el mundo le es infiel a su pareja, y no todo el mundo se ha enamorado como yo. Es un no todo el mundo que es un sí todo el mundo.
En realidad, nos sentimos muy especiales cuando nos enamoramos y somos los más desgraciados cuando estamos rompiendo, pero hay una cosa sistémica y todos nos enamoramos y nos desenamoramos parecido.
En el relato de Verónica, ella se cuenta una historia, pero se va revelando la realidad. ¿Es fácil autoengañarse en el amor?
Es fácil ver lo que uno desea e ignorar lo que a uno le viene mal.
En la pareja se habla mucho del engaño: me mintió, me dijo que tal, pero a veces el otro no está mintiendo de una manera malévola o preconcebida, y a los primeros que tenemos que decir la verdad es a nosotros mismos y de ahí empezar a comunicar con el otro.
Muchas veces nos emparejamos solo porque deseamos emparejarnos más que porque deseemos a esa persona como pareja.
Creo que el autoengaño va por intentar hacer que lo que deseamos y lo que hay confluyan y decimos sí, sí yo quiero esto, aunque en realidad quizás no.
Se dice que estamos en la era de Tinder, pero tus amores son bastante analógicos, ¿qué papel juega la virtualidad?
La gente se manda un WhatsApp o se escribe por redes, pero no sé si eso ha cambiado tanto las relaciones.
De Tinder se habla como si fuera un mercado de la carne y no sé si han estado en una discoteca a las cuatro de la mañana, eso es un mercado de la carne y lleva ocurriendo toda la historia de la humanidad.
Lo que pasa con internet es que el mundo se ha hecho grande, podemos hablar con alguien que está en Australia o con alguien a quien nunca has visto y luego verse, pero ya pasaba con las cartas y no sé si verdaderamente ha modificado tanto el modo que tenemos de relacionarnos en pareja.
Bueno, lo ha acelerado, podemos hablar simultáneamente.
¿Habría ahí una especie de promiscuidad digital, te citas, si no resulta, armas otra cita y así?
No sé si tanta gente está haciendo eso, no tengo datos, y luego no creo que sea una cosa exclusiva del amor o del sexo.
Vivimos en un mundo hiper capitalista en el que efectivamente te vas a otro país y puedes contactar con alguien para acostarte con él, pero también puedes comprarte una mochila.
Es ese mundo acelerado de consumo en todos los aspectos y ha acabado repercutiendo también en ese tipo de relaciones.
Pero realmente me pregunto si es tan generalizado. Yo creo que hay mucha más gente en Tinder buscando el amor que buscando sexo.
Citas la frase: “cuando estamos bien estamos muy bien” y dices que es la frase de defunción de cualquier pareja. ¿Cómo indagaste en la jerga ?amorosa
Me gusta mucho fijarme en cómo habla la gente, me divierte ver cómo lo hace un chaval de 15 años y cómo habla una mujer de 70.
He jugado con la ironía con respecto a la jerga del amor, para refrescarla un poco porque es un lugar común siempre: «tenemos que hablar», «te quiero más que a mi vida», todo se ha dicho 200 veces.
Creemos que somos el primer enamorado del planeta y en realidad mucha gente ha dicho las mismas palabras que nosotros.
Ésa que mencionas es el tipo de frases para autoconvencerse. Cuando uno siente la necesidad de decir en público que estamos muy bien, que es estupendo, parece que una fisura se empieza a romper. Si necesitas explicarlo, quizá algo está empezando a ir mal.
Si en el pasado no existía el divorcio o era mal visto separarse, ¿es más fácil romper ahora que se ha vuelto tan habitual?
Creo que sigue siendo doloroso romper, no creo que la gente rompa como si nada, pero evidentemente es algo más normalizado, afortunadamente, porque aquello de aguantar no parece que fuera un buen caldo de cultivo.
El hecho de que sea normal que cada persona tenga varias parejas a lo largo de su vida con respecto a las generaciones pasadas es nuevo.
En la generación de mis abuelos nadie se dejaba; por supuesto había relaciones extramaritales, había parejas infelices, pero no rompían y se dividían los muebles.
Seguramente nos faltan herramientas para saber gestionarlas, precisamente porque es algo que no se venía haciendo. No tenemos ejemplos, ni referentes, y a veces somos torpes. Es algo que estamos intentando entender.
¿Qué heridas van dejando estas rupturas modernas?
El miedo al amor. Hay mucho miedo al amor y no creo que sea porque los jóvenes sean más frívolos; de hecho, veo mucha necesidad de vínculo.
Pero cuando has vivido varias rupturas también conoces los estragos que dejan, lo doloroso que puede ser, lo difícil que es mostrarse vulnerable.
Y entonces creo que eso sí ha traído como consecuencia una cautela, por lo menos, una precaución, con respecto a con quienes nos comprometemos verdaderamente.
¿Qué cosas nuevas están pasando en las relaciones?
Hay dos cosas que han pasado.
Me gustó mucho «El fin del amor», un ensayo de la escritora argentina Tamara Tenenbaum. Ahí ella habla del fin de la hipocresía, eso de que mi marido o mi mujer tiene un amante y hago como que no lo tiene, se acabó.
Estamos más dispuestos a montar un modelo de relación en la que eso pueda ocurrir que a fingir que no está ocurriendo.
Y, por otro lado, creo que nadie da nada por hecho. No se da por supuesto que nos vayamos a ir a vivir juntos, que vayamos a tener hijos, ue vayas a venir a mi casa por Navidad, que vayamos a hacer juntos las vacaciones.
Todo se habla y cada pareja llega a sus propias conclusiones.
En el epígrafe tienes una frase de Roberto Bolaño que dice «El amor no trae nada de bueno, siempre trae algo mejor«, ¿qué te ha traído a ti?
De todo: muchos llantos, incertidumbres, experiencias malas que te minan la autoestima y también experiencias positivas sobre todo cuando se siente que puede ser uno mismo.
Creo que hay mucho teatro en la pareja, mucha impostación: a ver qué va a pensar el otro, entonces yo hago esto para que el otro piense.
Y de repente hay determinadas personas con las que no tienes que andar pensando en qué teatrillo hacer, creo que esas son las experiencias más gratas.
Cuando más se disfruta es cuando dices mira, si me apetece le escribo, si no me apetece no le escribo y que todo vaya como naturalmente, ¿verdad?
Me casé hace un mes. ¿O sea qué te puedo decir? ¿Eh? No sé, espero que me vaya bien.
Fuente: BBC