El británico regresó al festival con una hipnotizante puesta en escena.
El músico inglés desplegó un concierto basado en sus éxitos y colaboraciones. Canciones que fueron bailadas y coreadas fervientemente por un público que se rindió ante su vozarrón y orgulloso estilo.
Puntualísimo el show de San Smith empezó con un piano y un sonido que emulaba el viento. Las expectativas son altas, el artista inglés tiene una fanaticada con sus celulares listos para registrar cada minuto del show.
Vestido de riguroso negro con hombreras y flecos brillantes, igual que sus aros colgantes. Sam Smith dio el puntapié inicial de su segundo show en Lollapalooza con Stay with me. I’m not the only one fue la elegida para continuar la misa. Sí, porque esto es un canto masivo.
“Este show es sobre libertad”, dice al saludar a la muchedumbre que contempla la escena configurada de una plataforma verde, tres coristas y un puñado de músicos que se plantan en una esquina del plató para hacer una versión guitarreada de Too good at goodbyes.
Diamonds y How do you sleep? son las siguientes canciones, el también compositor gira sobre el escenario y poco a poco el show toma tintes góspel, hasta que llega Dancing with a stranger, donde el pop de la mencionada colaboración con Normani en su versión original, propicia el baile comunitario.
Luego, y haciendo gala de su histrionismo, se cambia de ropa y aparece con un vestido negro con manga globo y escotado. Aplausos por doquier y él agradecido se emociona al recordar que lleva diez años de carrera. Es por eso que lo que llega es Good thing, una de sus primeras composiciones.
En Gimme, donde Sam Smith juega y baila de manera cachonda con sus bailarines y bailarinas, los asistentes ya empiezan a emprender la retirada. Hay que tener en cuenta que dejar el Parque Bicentenario de Cerrillos no es fácil y unos minutos pueden lograr la diferencia entre quedar atrapado y llegar temprano a casa. Pero los que se quedan aprovechan el segmento bailable que prosigue con Loses y Promises, su colaboración con Calvin Harris.
El músico de 31 años sorprende con un vestido repolludo con los colores de la bandera del orgullo gay. Luego llega el rojo de la camiseta de la selección chilena que luce en medio de las coreografías de Desire. Todo dentro de una detallada puesta en escena que ayuda a que Sam Smith hipnotice a los presentes con su desplante.
Así continúa con Latch, una versión de I feel love de Donna Summer donde se contornea a torso desnudo, para cerrar con Unholy, el hit de su último disco Gloria (2023). El cierre es pomposo, digno de la figura en que se ha convertido Sam Smith.