Globos, regalos y fiesta suelen ser los condimentos típicos de un cumpleaños. Familiares, amigos e incluso compañeros de trabajo saben que se trata de un día especial y muchas veces hasta preparan sorpresas para romper la monotonía del día, con un detalle y una celebración.
Lo normal, se espera, es que el día del cumpleaños sea siempre un momento de alegría, de relajo y finalmente un festejo de cada persona, una vez al año.
Pero para la psicóloga clínica italiana Lucia Montesi, hay razones muy importantes que hacen que varias personas se sientan totalmente distantes de su cumpleaños, que no quieran celebrar, ser abrazados y hasta estén tristes en lugar de alegres. Algo que para el común de la sociedad puede parecer extraño, pero para Montesi, tiene razones de peso que lo explican y nos permiten entender mejor a quienes están tristes en esas fechas o bien, si es que nos afecta a nosotros, saber por qué ocurre y por lo mismo, el no tener que sentirnos presionados a seguir la norma.
La autorreflexión
Para muchos, dar una vuelta más alrededor del sol significa un momento en el cual, en vez de ponernos alegres, nos invita a pensar en nosotros mismos. Sumar un año más de vida es una excusa para recordar nuestro lugar en el mundo y hacer una evaluación de nuestras emociones, expectativas y decepciones de cómo ha ido nuestra vida.
Los cumpleaños, entonces, pueden terminar generando emociones negativas, dependiendo de qué tan satisfecho estés con tu vida. Y eso explica que un año hayas estado celebrando completamente con tus amigos y al otro no quieras hacer nada, ya que ese inevitable reloj que es el paso del tiempo te hace ver que quizás, el último año, no fue tan bueno como esperabas.
El envejecimiento
El miedo y la incomodidad a envejecer también es un factor clave. En una sociedad donde la juventud y la belleza son criterios que definen el valor de una persona desde lo emocional hasta lo laboral, hacen que haya una incomodidad frente al paso del tiempo.
El miedo a envejecer tiene dos caras: por un lado, tenemos el envejecimiento físico que se manifiesta en cambios en nuestra cara, nuestra piel, dolores que antes no teníamos y por el otro, es el darnos cuenta de que nos queda poco tiempo para cumplir metas impuestas por uno o por la sociedad, como terminar la universidad, casarse, viajar o encontrar trabajo. El no cumplir esos plazos nos pone tristes y por eso tampoco queremos celebrar.
La introversión
Otra de las explicaciones que da Montesi, basándose en la personalidad de las personas, es el no querer ser el centro de atención, lo cual molesta sobre todo a los tímidos e introvertidos. Por lo mismo, es natural para algunas personas sentirse incómodas al recibir regalos o atenciones especiales. Y para personalidades más estructuradas, una sorpresa es algo que incomoda porque está fuera de su control.
Otro aspecto de las personalidades más introvertidas es la ansiedad social, que es el agote producido por tener que lidiar con mucha gente, sobre todo cuando se mezclan grupos de amigos distintos, con los que se manejan distintos códigos o que temes que podrían no llevarse bien. Y eso, ya genera estrés.
La decepción
Puede que no quieras celebrar tu cumpleaños para evitar decepciones, temiendo que las personas cercanas no te brinden el amor que esperas. Incluso si no te importa recibir felicitaciones, podrías esperar atención especial de ciertas personas importantes en tu vida. No saber nada de tus padres o familiares ese día puede ser doloroso, llevándote a evitar celebraciones.
En resumen, no hay una forma correcta o incorrecta de celebrar tu cumpleaños. Es solo un día más y puedes hacerlo tan especial o simple como prefieras. Pasea con alguien querido o quédate en casa y desconéctate para evitar mensajes y llamadas.
Fuente: La Cuarta
