En el bar del segundo piso —frente a un salón con caño y pista de baile, debajo de las habitaciones donde ocurre lo que le da sentido a todo esto— reposa, pegado contra una de las paredes, un cuadro que funge como resumen de un reglamento no mucho más restrictivo pero sí muy riguroso con lo siguiente:
– Ser de mentalidad abierta
– No vincularse con otra persona fuera del encuentro
– No obligar a nadie ni a la pareja ni a la mujer
– Respetar el anonimato
– Ser higiénicos
– Cuando una mujer dice no es NO.
Esto último destacado en negritas y con cierre en mayúsculas.
Lo que dice allí es lo esencial del mundo swinger, advierte Maira, algo que manda a leer cada vez que algún desubicado cae por el negocio. Después, ella y Raúl, su esposo, los dueños del Maira’s Club, manejan otras reglas para cerciorarse de que todo marche en orden. Por ejemplo, que la pareja debe llegar junta y retirarse junta del lugar o que nadie puede pasarse con los tragos o que el respeto del espacio privado es fundamental. Esto último, saca pecho Raúl, es lo que hace que “al menos en Chile, sea más seguro estar en un club swinger que en un pub o en una disco”, porque “no hay alborotos”, “no queda la cagada afuera”, “todos entran y salen tranquilitos”. De hecho, en estos lugares ocurre algo revés de la vida real: son las mujeres las que tienden a tomar la iniciativa y los hombres los que esperan a, de alguna manera, ser “cazados”. Y los más proactivos tienen que saber todos lo no son no.
El Maira’s Club tiene poco más de ocho años, pero comenzó a planificarse mucho antes, unas dos décadas atrás, cuando Maira y Raúl (matrimonio recién a contar de 2018) echaron a correr la imaginación y, para su propio beneficio, la comunicación. Con ganas de explorar nuevas sensaciones, aunque todavía sin saber con exactitud cuáles, se arrojaron al ensayo y error: recorrieron juntos algunos clubes gays, night clubs y observaron en detalle lo que ocurría en las noches santiaguinas. Pero no fue hasta dar con un club swinger que descubrieron su verdadera fantasía. Maira así sintetiza sus primeras veces: “Cuando empezamos en esto fuimos como pollitos, muy soft, solamente a bailar, pasarlo bien, ver, disfrutar. Pero en el momento de, te dan otras ganas, te tentái y al final no fuiste a eso nomás, hiciste más cosas”.
De seguro que Cynthia Martínez (29, relacionadora pública) debe haber experimentado algo parecido hace siete años, cuando adoptó el swinger como estilo de vida. Entonces, escuchó de un conocido que solía involucrarse con parejas de manera sexual. Pero sólo una vez, ésa era su propia regla. Por definición, en este amplio mundo, lo que vendría a ser un tercero. Interesada, investigó por su cuenta y se sentó a conversar con su pareja para hablarle de los tales swingers. “¿Te gustaría verme con un hombre?”, le preguntó. “Sí, y a ti ¿te gustaría verme con una mujer?”, contrapreguntó él. Más tarde, convencidos de intentarlo, a través de un blogspot llegaron a un club: “Ese día fue un intercambio soft, sólo caricias, besos, toqueteos por aquí, por allá. Grado dos —aclara y, de paso, alecciona—. Fue súper entretenido, jugamos entre nosotros, ¡estupendo!”.
Cynthia cuenta lo anterior en el primer episodio de Habitación para 4, su propio podcast “para explorar experiencias y aventuras de quienes llevan un estilo de vida liberal y parejas no estrictamente monógamas”. Algo así como una pequeña biblia para el swinger.
“Tiene dos temporadas, la primera sólo en formato audible —explica a La Cuarta— y lo hago con un amigo, que es el coanimador y que también practica el swinger. Él tiene su pareja, nosotros somos amigos. Lo relatamos desde nuestras experiencias, nuestras vivencias, desde los primeros pasos, cómo lo descubriste, conversaciones con tu pareja, cómo conociste a otras personas, cómo te enteraste de clubes, blogs”.
Después de un tiempo participando en clubes, a Maira y Raúl se les atravesó otra idea quijotesca: “¿Cuánto costaría tener un club?”, se preguntaron. Un sueño que dejó de ser sueño en cuanto se percataron de que otras parejas los contactaban para saber por dónde se moverían cada fin de semana. Esto es, que sin proponérselo ya tenían seguidores. “Eso nos prendió —sincera Raúl— y el chico que nos empezó a insistir en esto nos ayudó, puso la infraestructura, teníamos unas lucas guardadas y partimos”. Fueron tres años cerca de Plaza Italia y ahora están en algún punto de Santiago Centro.
Ellos saben a lo que se exponen: “Hay crítica y resistencia a lo que estamos viviendo, pero también hay mucha aceptación. Pero no se nota porque no lo van a divulgar, no se habla —dice Maira—. Lo otro es que había muchos clubes, pero con la pandemia… ¿cuántos somos? Tres o cuatro, no más que eso. Es relativo, pero aquí un fin de semana pueden venir cien personas”.
Aunque se estima que hay más de 10 millones de swingers alrededor del mundo, tanto Maira y Raúl —dueños del Maira’s Club— como Cinthya —coanimadora del podcast Habitación para 4— coinciden en que, con la información adecuada, pueden ser muchas más las parejas que salgan del closet. De ahí que a continuación, con sus palabras, repasarán las claves del código swinger:
Recomendaciones
[Maira:] Nosotros siempre les decimos a las parejas que vienen que lo tengan muy conversado. Porque hay parejas que dicen, sí, lo tenemos todo conversado, todo ok, pero acá adentro es otra cosa. Porque acá adentro, alguien se puede poner celoso con alguien porque no le gustó que le dieran un beso a su pareja o no le gustó que la tocaran para bailar. Entonces ellos tienen que poner sus propias reglas como pareja. Por ejemplo, hay muchas parejas que no les gustan los besos con otras. También están los que van a todas, pero hay parejas que tienen límites. Nosotros mismos: los besos para nosotros son personales. Yo te puedo saludar con un piquito, todo lo que querái, pero hasta ahí nomás, darte un beso no. Para mí, mi marido y yo somos personales en nuestros besos.
[Cynthia:] Lo primero siempre es la comunicación, eso es lo primordial, ya sea para empezar a conversar, explorar, concretar quizás algo. Nunca debe perderse, no hay que tenerle miedo a conversar esas cosas incómodas. Y siempre hay que verlo desde el punto de vista de que no es mi intención como para dañar al otro, sino porque quiero explorar esto, porque somos personas diferentes.
Tema tabú
[Raúl:] ¿Aquí en Chile? Demasiado tabú. Todavía sigue siendo tabú. La palabra podría ser ¿mojigatos?, jajajá. Porque muchos vienen, pero con el miedo de que afuera pueden criticarnos. De ahí el anonimato. Lo otro es que tampoco hay permisos en Chile de club swinger, y podría haberlo. No es por discriminar nada, pero los hombres con hombres, mujeres con mujeres, tienen la libertad de expresarse; nosotros no, no podemos. ¿Por qué? Porque la cultura chilena nos puede criticar, nos reclama: ¡cómo puedes hacer intercambios o tríos con tu mujer!
[Cynthia:] El tema de la sexualidad es tabú. Al menos en nuestra sociedad, la chilena, porque hay otros países que están mucho más avanzados. Nosotros todavía estamos bajo el tema de que tenemos que solamente amar y tener sexo con una persona, que es nuestra pareja, eso es lo convencional. Entonces, hoy día estamos descubriendo y expandiendo el tema de que también hay opciones que son como las no-convencionales, que también la practican y la practicamos muchas personas y que no necesariamente está mal. No somos degenerados, como muchos han dicho.
[Maira:] Para mí no hay progreso. No sé, ponte tú: llegái tú con tu pareja y te encontrái con un primo… ¡se desesperan! Oye, me voy, me voy. Les pregunto, ¿te pasó algo? No, es que me encontré con un familiar, que aquí, que allá, parece que está abajo. Les digo ya, deja ver, ¿cómo es? ¿Cómo anda vestido? Los datos. Entonces tengo que bajar, hacerle señales para que no se encuentren, porque supuestamente él lo vio pero el otro no. Trato de hacerles entender que no hay problema, si tú andas con tu mujer, no tienes que ocultárselo a nadie. Ésa es mi manera de pensar. Todavía hay miedo de que los discriminen.
Diversidad sexual
[Maira:] Hombres con hombres no pasa casi, mujeres sí se ve mucho. Yo creo que no puedes mezclar el mundo gay con el mundo swinger.
[Raúl:] Han venido, hemos dejado entrar amigos que son gays y tenemos el problema de que se pasan un poco de copas y empiezan a tirar las manos. Ahí los sacamos y nunca más. Eso no pasa solamente aquí. Si una persona se pasa, hace un escándalo o lo pillan sacando fotografías, como pillamos alguna vez a un muchacho, no entra nunca más al club.
[Cynthia:] Yo últimamente lo he visto de esta forma: el swinger es la arista más machista de lo que son las no-monogamias, porque es mucho más normalizada la bisexualidad en la mujer que en el hombre. Es menos tabú. Yo personalmente me dedico a preguntarle a dos hombres, tipo, ¿qué harías tú si ves a dos hombres dándose un beso o teniendo sexo? Y es como no me gustaría, me molestaría. Y ¿por qué? Si nos declaramos personas como liberales, en términos de relaciones sexuales, por qué no permitimos esa diversidad. Entonces, en los clubes swingers todavía están más heteronormados al respecto. Es un tabú dentro del tabú, algo que a mí personalmente no me hace sentido, es como una intolerancia, una contradicción.
Parejas sanas, estables, sólidas
[Cynthia:] Esto no es para solucionar un problema. Hay muchas personas que piensan: ya, salgamos de la rutina, hagamos algo nuevo. Si es por salir de la rutina, bien, pero no puede ser como para arreglar una relación que viene con cosas detrás. O sea, si estamos mal porque pasó lo que sea, mejor no hacerlo, no. Porque tú puedes malinterpretar muchas cosas y sobre todo cuando se está en un ambiente tan íntimo. Porque si tú lo ves desde ese punto de vista, es un ambiente súper íntimo, podís malinterpretar una señal… Yo siempre digo: estái en una fiesta, a oscuras, estaban bailando, peleando, y dijiste voy al baño, tu pareja no te escuchó, y demoraste mucho, te fue a buscar, no te encontró, estabai conversando con otra persona, eso te puede generar incluso un malestar y por algo súper tonto. Entonces, creo que tienen que ser parejas muy estables, sin ningún tipo de malentendido respecto a eso.
Celos
[Raúl:] Aquí no deberían existir los celos, pero igual existen. Se da en las parejas que pueden tener celos. Se ha notado que discuten un poco, alguno se sienta y se amurra.
[Maira:] Y se nota, se nota mucho.
[Raúl:] Va la Maira y conversa con ellos, qué pasó, y puede tratar de arreglarse. Cuesta que te lo digan, pero existe. No podemos decir oye, acá no hay celos. No debería existir, porque aquí vienen con todo conversado, qué vamos a hacer y qué no, pero sucede, sí.
[Cynthia:] Pa’ mí no es una regla, porque uno los celos siempre los siente y creo que no es una emoción mala, pero tienes que saber cómo dosificarla. Si yo siento celos porque mi pareja le prestó más atención a una chica, pero yo estoy entendiendo que está dentro un contexto consensuado, la chica es bonita, no hay ningún problema en que él le preste más atención porque está hablado. Entonces ahí yo tendría que hacer el mea culpa al decir: por qué sentí celos, está bien, lo voy a administrar, no es nada. Hay muchas personas que sienten inseguridad y eso es algo muy propio de la inexperiencia. Se puede ir trabajando. Puede ser que en una salida a ti te dieron celos, y está bien, lo zanjaron, y a la segunda no cometen el mismo error.
Evitar involucrarse sentimentalmente con la otra pareja
[Cynthia:] Eso es porque tú ahí ya pasarías a tener como una relación poliamorosa y te sales un poco de la casilla del swinger, de la etiqueta. Es más que nada por eso. Porque, de hecho, ha pasado y lo encuentro horrible, pero por ejemplo, una pareja x está conociendo a una persona y tienen conversaciones por debajo. Eso sería una especie de traición, justamente porque estás rompiendo uno de los acuerdos, porque tu interacción es con la pareja, no con uno. Ahí ya no habría un consenso general, sino que sólo de dos personas.
Higiene
[Maira:] Siempre tienen que estar bien presentaditos, bien bonitos. Nosotros no permitimos la ropa deportiva: podís venir con tus zapatillas, jeans y eso, pero ropa deportiva no. Porque no vai a correr una maratón, po: va mucho por la vista. No falta que de repente vienen algunos terceros, encachaditos, todo, pero vai con ellos y… oh, están fuertones. Entonces, ahí uno les dice: lo siento, corazón, usted tenía que lavarse antes.
[Cynthia:] Hay mucha gente que es como un poco superficial y cree que es sólo para la gente bonita, bonita según la sociedad. Yo no pienso así, ¿cachái? Pero lo que siempre digo es que la primera impresión, la presentación, entra por los ojos, y uno siempre tiene que estar presentable. Y presentable no digo como estas medidas impuestas, que son como las perfectas, sino lo del aseo, la higiene. Si yo como persona, como pareja, voy a ir a un lugar donde quiero conquistar, conocer más personas, por supuesto que me voy a preparar, voy a cuidarme en términos de aseo, de vestimenta. En definitiva, vas a seducir.
Convencimiento
[Cynthia:] Depende mucho de la decisión que la pareja haya tomado. Esto tiene que ser porque lo queremos hacer, no porque quiero hacer lo que el otro quiera hacer, obligado, como si fuera un sacrificio. Entonces puede ser que nosotros, como pareja, estemos tímidos, tengamos algunas aprehensiones, está bien, pero lo que no debería suceder por ejemplo es que él o ella lleve obligado al otro a un lugar donde no quiere estar. Si tú hablái eso, de motivación, más que nada sería como la decisión de hacerlo, el convencimiento.
[Raúl:] Se nota la gente que no viene con la misma motivación. Puede ser gente nueva, que de repente se aísla, mira y nada más. Pero nosotros le presentamos la gente, hablamos con otra pareja. Es pa’ que se relajen. Y no por eso se obliga a la pareja a que participen, no.
Precios
[Maira:] En Maira’s Club se paga una entrada, una participación, pagan por entrar y van con un cover de cortesía. Sí, porque ¿te imaginái dejáramos entrar a todos así, nomás? Tienes que hacer un filtro.
[Cynthia:] Cada fiesta, carrete o distracción que uno quiera tener tiene un costo. Suponte, una entrada a una disco, 20 lucas, ¿cuánto vai a consumir en un carrete? Gente que toma gin, 8 lucas, ponle 40 lucas más, comida, bajón, ponle 10, 15, más la locomoción de vuelta. Fácilmente una persona, pa’ darte un carrete bueno, donde entraste a una disco, bailaste, comiste y llegaste a tu casa sano y salvo, te podís echar entre 80 y 100 lucas. Si esto lo ves por dos, no te voy a decir que tú lo vas a llevar a ese extremo…, pero la entrada a un club en promedio son entre 30 y 40 mil pesos por pareja y el valor del copete es el mismo que en otros lados. Eventualmente puede ser un poco más cara, pero si uno se quiere dar una experiencia de una buena fiesta, lo vale.
Lo que pasa en el club se queda en el club
[Cynthia:] Eso va mucho en cómo nos relacionamos las personas. Si nosotros nos relacionamos con cargos en temas laborales, políticos, lo que tú querái, que te pueda afectar esta forma de vivir, por supuesto que lo vas a tener muy reservado. Porque afecta una parte de tu vida que no debería, pero lamentablemente pasa. Entonces cuando uno habla mucho del tema de la privacidad, de no hablar demasiado, es justamente por eso. Es una regla anticuada desde mi punto de vista, desde la forma en que nos relacionamos, porque esto yo no lo veo personalmente como un deporte de decir hola, tengamos sexo y chao. Va con un tema de química, de la atracción que podís tener con una persona y el último eslabón de la cadena puede ser que tengamos una interacción sexual. Y no estoy juzgando a quienes sean como más sexuales, en ese sentido, porque hay personas que son así. Está súper bien, pero no todos nos relacionamos de la misma forma. Con el tema de la privacidad, de no hablar mucho del tema, va un poco por el entorno. Es decir, el miedo de que te puedan juzgar. Y esto lo podís extrapolar desde el trabajo hasta tu vida familiar.
No están permitidos los celulares
[Maira:] Si una persona se pasa, hace un escándalo o lo pillan sacando fotografías, como pillamos alguna vez a un muchacho, no entra nunca más al club.
[Cynthia:] No podís estar tomando fotos, videos. Si ves a alguien teniendo sexo, nadie va a estar con un teléfono grabándolos, nadie, ni a la buena ni a la mala, ni porque esté copeteado ni por morbo. Eso se respeta mucho.
Consentimiento
[Cynthia:] Para todo. Si yo estoy bailando con mis amigas, ejemplo, y se acerca una persona, me pregunta si quiero bailar y le digo que no, gracias, me dice ok y se va. No se queda ahí. El consentimiento es para hablar, para bailar, para tener sexo, para lo que sea. Y si alguien no llega a entender, un caso demasiado extremo, a alguien que se le paso el copete, entra un guardia, lo saca y listo.
Respetar espacio privado
[Cynthia:] Si yo estoy compartiendo con alguien, con un amigo, amiga o con mi pareja, no tiene por qué una persona a irrespetar mi espacio, ya sea a darme un beso. O si yo estoy con mi pareja interactuando no tienen por qué venir más personas a invadir ese espacio privado. Uno siempre tiene su espacio, no porque se respire como un poco más de libertad significa que es para transgredir los espacios del otro.
[Raúl:] Aquí no se obliga a nadie a tener relaciones. Puedes venir con tu pareja, servirte tus tragos, bailar toda la noche y eso es todo. Ahora, si quieres ir a mirar, mirái. O si participan, hay casos en que se llena una pieza, todos con todos.
Fuente: La Cuarta