Los secretos tras Denominación de Origen, la película sobre la longaniza de San Carlos que revolucionó los cines del país

En conversación con CNN Chile, el cineasta Tomás Alzamora cuestionó la falta de orgullo por las tradiciones locales. “Sería lindo que los jóvenes cineastas vean que pueden hacer la película con el Lucho, con el Byron, con la Luchita, con el guatón del gas. Con los que están acá”, analizó.

En San Carlos, Región de Ñuble, las longanizas son un elemento tan cotidiano, que parecieran haberse arraigado en la conciencia colectiva como hijas ilustres. Son, como describe el cineasta Tomás Alzamora (35) a CNN Chile, parte de la “flora arquitectónica” de la comuna.

“Siempre han estado presente en nuestras mesas. En nuestros encuentros familiares; bautizos, primeras comuniones, partidos de fútbol. Da la impresión de que hasta en la arquitectura, en la flora del pueblo. Tú caminai hacia la plaza y hay longanizas colgando en todas las carnicerías”, relata.

Por eso, como buen sancarlino, el director de Denominación de Origen no necesitó ir demasiado lejos para encontrar la historia que seguiría a La Mentirita Blanca, su ópera prima, estrenada en 2017 y protagonizada por Catalina Saavedra y Rodrigo Salinas. No imaginó, sin embargo, que sería la decisión administrativa tras un concurso lo que acabaría por darle forma.

El escenario se remonta a 2018, durante la Fiesta de la Longaniza en Chillán, cuando un jurado compuesto por chefs otorgó el Premio a la Mejor Longaniza de Chile al Centro de Educación y Trabajo (CET) de San Carlos, donde personas privadas de libertad elaboraban el producto. Sin embargo, ese mismo día, la organización del evento solicitó que se devolviera el reconocimiento.

“Reciben el premio. Foto, foto, foto. Orgullo nacional, (aparecen en el) Twitter de Gendarmería de Chile. Y a las 7 de la tarde, la organización nos llama y dice, Hay que devolver el premio”, relata Alzamora. “Al enterarme de la noticia y dije, Hay que hacer una película de esto. Y ahí se crea toda esta ficción y se crea el MSPLSC, que es el Movimiento Social Por La Longaniza de San Carlos”.

El cineasta chileno no supo del hecho en el momento. Años más tarde, mientras preparaba un teaser para postular a fondos, una de las personas entrevistadas le mencionó lo ocurrido y le mostró registros del episodio. A partir de ahí, decidió incorporar el caso real como detonante de la historia en la película.

Desde entonces, el proyecto fue tomando forma con actores no profesionales, vecinos del mismo pueblo y recursos limitados. El director ya había filmado su ópera prima en la zona (La mentirita blanca, 2016), lo que facilitó la adhesión local. “Fueron más de 200 personas que llegaron al casting durante tres días. No les había contado ni la historia (…) Después les dije: Bueno, se va a tratar de la historia de la longaniza. (Y respondieron) ‘Ya, vamos, vamos’”.

El argumento de la película gira en torno a cuatro personajes que forman una célula activista para exigir el reconocimiento público de la longaniza de San Carlos, con un relato se construye sobre un conflicto identitario arraigado en la región de Ñuble. Y es que, según explica, aunque buena parte de la producción de longanizas proviene de San Carlos, la denominación pública y comercial ha favorecido históricamente a Chillán.

Dicha tensión se convierte en una metáfora de los problemas de representación, centralismo y desigualdad que él mismo ha vivido como creador. “Todos y todas en algún momento somos o seguimos siendo el MSPLSC de distintas formas”, afirma, en referencia al ficticio Movimiento Social Por La Longaniza de San Carlos que lidera la trama.

Para Alzamora, parte de la motivación detrás del proyecto es responder a una industria que, a su juicio, ha tendido a mirar más hacia festivales extranjeros que hacia sus propios territorios. Y aunque valora los avances técnicos del cine chileno (de “una calidad impresionante”), considera que falta una conexión más directa con las historias cotidianas. “Estamos pensando ideas a veces muy sofisticadas, que conectan muy bien con Europa (…) pero falta ir a meternos pa’ allá, en las poblaciones, en el campo, a pata pelada, en el barro”.

Créditos: Denominación de Origen

Desde su perspectiva, este fenómeno responde a un problema más amplio que no solo afecta al cine, sino a la sociedad chilena en general. “Lo aspiracional creo que no nos hace tan bien”, señaló. A su parecer, aquel mismo impulso lleva a subvalorar las propias tradiciones culturales. “Estamos siempre como mirando medio pa’ fuera; y que Europa es bacán y que Estados Unidos es bacán”. Y dentro de esa misma reflexión, da por hecho que Denominación de Origen remarcó los prejuicios incluso antes de ser vista: “La empanada de pino es vista como algo chabacano. Y yo creo que un montón de gente antes de ver la película dijo: ‘Qué ordinario… la película de la longa’”.

Frente a ese panorama, su apuesta ha sido justamente la contraria: reivindicar lo local, trabajar con comunidades, rescatar personajes reales, y demostrar que las historias significativas pueden surgir desde lo más cotidiano. En sus palabras: “Sería lindo (…) que los jóvenes cineastas vean que pueden hacer la película con el Lucho, con el Byron, con la Luchita, con el guatón del gas. Con los que están acá”.

Recoge, además, el lenguaje de la protesta social y la precariedad cultural: procesos burocráticos, fondos concursables, gestión municipal. “Como artistas, como cineastas, como trabajadores de la cultura, nos enfrentamos todo el rato a eso. Para hacer La mentirita blanca, tuvimos que ir al Concejo Municipal a mendigar unos pesos. Es un mundo demasiado precario, tenemos que andar buscando auspicios y organizando rifas para hacer películas”.

En el cine chileno, la ruralidad ha sido muchas veces sinónimo de tragedia, pobreza y violencia. Pero Alzamora decidió contar otra historia. “Yo no soy una persona dramática. Estoy todo el rato riéndome hasta de lo más dramático”, admite. “Y esta película nace de la guata. No hubo una decisión consciente de hacer una comedia para que vendiera más. Es simplemente cómo nosotros lo pasamos bien”.

Créditos: Denominación de Origen

No hay actores profesionales, ni sets fabricados: los personajes son personas reales , y muchas de las escenas documentales fueron capturadas tal como ocurrieron. De ahí que el término “mockumentary” le parezca insuficiente. “Esta película que transita entre el documental y la ficción. Si hubiese sido un falso documental, hubiésemos recreado esas escenas. Pero todo eso es real, documental, puro y duro”, aclara.

Una metáfora de la falta de acuerdos en la Convención Constitucional

El título, que ya acumula más de 25 mil espectadores a lo largo del país, terminó adquiriendo un carácter simbólico que dialoga directamente con el proceso constituyente fallido en Chile. “Finalmente, es una metáfora de la Convención”, afirmó, como un paralelo entre el conflicto por el sello de la longaniza y la imposibilidad de lograr acuerdos en la redacción de una nueva Constitución.

Según el director, “no nos pusimos de acuerdo y cada uno veló por su interés. El ‘yo, yo, yo’”.  La trama refleja cómo se reproducen los mismos patrones en distintos niveles: “En este caso, ‘mis longanizas, mis longanizas. ¿Por qué te tengo que dar el sello a ti?’”.

Alzamora sostuvo que “nos agarramos de las mechas, el miedo. Como en el proceso constituyente. La gente creía que le iban a quitar las casas, la ignorancia”.La crítica se extiende a ambos sectores políticos, pues, por otro lado, “nosotros, del sector del Apruebo, de la izquierda, creyéndonos también superhéroes morales, que nosotros teníamos la verdad y el progresismo y que todo el resto eran tontos”.

Estas reflexiones no fueron ajenas al proceso creativo. Reconoce que durante la etapa de desarrollo del guion, vivió con intensidad lo ocurrido en la convención, y eso lo llevó a replantear el enfoque original: “Yo consideraba que el proceso había sido muy individualista (…) Entonces yo dije, ‘No, hay que hacer una película más que abrace, más amorosa, colaborativa’”.

Entre choripanes y más rodaje

La estrategia de marketing tras Denominación de Origen, por su parte, también ha roto esquemas. Sin agencias externas ni presupuestos elevados, el equipo optó por una campaña creativa y profundamente local; con elementos que van desde marchas ficticias por la carretera hasta videos virales y choripanes repartidos en las primeras proyecciones.

Todo, con un tono lúdico que, según las palabras de su propio director, busca mantener vivo el espíritu del largometraje.

“Seguimos en el mismo mundo, jugando con eso. Y lo hemos disfrutado y nos hemos reído un montón”, cuenta.  “¿Cómo vai a hacer un evento y no repartir choripanes?”, deja salir más como una afirmación que una pregunta en sí. “Quizá llama la atención, pero para mí, es lógico. Va de la mano con que pertenecemos a ese territorio e ideas, y si hay un evento grande, tiene que haber choripanes. Si es nuestro orgullo, ¿cachái?”.

Fuente: CNN Chile

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