Era un caluroso otoño de 1958. Una sonora explosión provocada por los gases que se habían acumulado dentro del cuerpo del Papa Pío XII, producto de un muy mal realizado embalsamiento, fue el momento más aterrador del funeral del pontífice que había liderado la Iglesia católica durante la II Guerra Mundial.
Pío XII fue pontífice cuando la Alemania nazi ejecutaba el exterminio sistemático de millones de judíos. Eugenio Pacelli, quien fue elegido papa apenas seis meses antes del comienzo del conflicto, hablaba alemán con fluidez, y desde 1917 hasta 1929, había representado al Vaticano como Nuncio Apostólico en el Reich Alemán y en la República de Weimar respectivamente.
Para algunos Pío XII es considerado como un papa santo porque contribuyó con el rescate de muchos judíos en Roma. Para otros, él fue un papa que fracasó, porque no logró encontrar las palabras para condenar el asesinato en masa de los judíos.
Durante su papado, Pío XII se había apoyado obstinadamente en la figura de Riccardo Galeazzi-Lisi, un oftalmólogo al parecer conocido por su incompetencia, que atendía todos los aspectos de su salud. Un historiador dijo que el médico poseía “tal extensa historia de incompetencia médica y charlatanería absoluta que sería el sueño de un abogado de mala práctica”.
Nacido en 1891 en una familia noble de Roma, Galeazzi-Lisi estudió medicina y se especializó en oftalmología, y fue nombrado por la clínica universitaria de oftalmología de Roma como médico personal de Pío XII, que estaba bastante enfermo del estómago.
Cuando Pío XII murió a los 82 años, el 9 de octubre, el profesional tomó la responsabilidad de realizar el embalsamamiento de rigor, un proceso que según la tradición se debe practicar a todos los papas.
Se sabe que Pío se negaba a ser sometido a este proceso una vez que murió, por lo que le ofreció preservar su cadáver utilizando un proceso desarrollado por él mismo y el cirujano Oreste Nuzzi.
Fallido embalsamamiento de Pío XII
Según informó The New York Times en ese momento, se trataba de un proceso parecido al utilizado en los primeros cristianos. “Los dos médicos dijeron que una de las ventajas de su método era que el cuerpo embalsamado no tenía que ser despojado” de los órganos vitales, escribió el Times el 14 de octubre.
El spuestamente “revolucionario” método al que llamó “ósmosis aromática”, según Gel médico, era muy parecido al que usó con el cuerpo de Jesucristo y permitiría que el cuerpo durara indefinidamente sin descomponerse.
El procedimiento no requería de inyecciones ni incisiones, sino solo la inmersión del cadáver en una misteriosa combinación de aceites de hierbas aromáticas y resinas para desoxidar el cuerpo y, posteriormente, envolver el cadáver con celofán durante casi 24 horas.
En cuanto se vistió y expuso en la Sala de los Suizos, en Castel Gandolfo, el cuerpo de Pío XII se cubrió instantáneamente de miles de pequeñas arrugas y pocos minutos después comenzaría lo que alguien denominó la “descomposición en vivo más rápida que recuerda la historia de la medicina forense”.
“Ha comenzado una furiosa sucesión de fenómenos cadavéricos transformadores: es la descomposición en vivo bajo la mirada horrorizada de los espectadores, siguiendo el aberrante ’embalsamamiento’ patentado y practicado por el archiatra Galeazzi Lisi”, escribió el Dr. Antonio Margheriti, autor del libro La muerte del Papa: ritos, ceremonias y tradiciones desde la Edad Media hasta la época contemporánea.
Y continuó en su relato: “El cadáver del Papa se hinchó en la zona del vientre a raíz de los gases putrefactos que se crearon de inmediato; por la misma razón se le ha encanecido el rostro, y por los orificios, sobre todo por la boca, vierte una miasma oscura que le corre por la cara y se posa en las cuencas de los ojos”.
“El enorme esfuerzo por resistir el olor nauseabundo que emana del cadáver del Papa se percibe en el rostro de los nobles guardias: la alternancia de guardias será cada vez más frecuente a partir de este momento para evitar una exposición excesiva a los gases mefíticos, y porque muchos guardias nobles se desmayan regularmente agotados por ese olor a muerte. Pero lo peor está aún por llegar”.
Colocar el cuerpo envuelto en un ataúd cerrado evitó que los químicos y gases corporales escaparan naturalmente, acelerando la descomposición, particularmente en el calor del otoño romano.
La procesión fúnebre hacia El Vaticano fue aterradora. Algunos dijeron que la acumulación de gases hizo que se rompieran los sellos del ataúd, mientras otros dijeron que el gran estruendo que oyeron los miembros de la procesión fue la explosión de la cavidad torácica del Papa, que se abrió de golpe.
Algunos informes de periódicos estadounidenses dijeron que los cuatro guardias suizos que vigilaban el féretro del Papa se cambiaban cada 15 minutos debido al hedor. Según un artículo del New York Times, “muchos cientos de miles” de fieles vieron los resultados del desastroso embalsamamiento.
Fue el fin de la carrera del charlatán Galeazzi-Lisi, que fue reprendido y expulsado del Vaticano por el sucesor de Pío, el Papa Juan XXIII y el Consejo Médico Italiano lo expulsó de la organización.
Fuente: BioBioChile