Hace cerca de 30 años, Cristián “Koko” Stambuk, nacido en Osorno y criado en los alrededores de la misma ciudad, decidió que el sur de Chile no era lo suficientemente grande como para alojar sus sueños. Fue esa fijación la que lo empujó a tomar sus maletas y emigrar a Santiago, convencido de que allí podía armar una banda, crear música, producir discos y, eventualmente, salir al mundo.
Su decisión, como era de esperar, no estuvo libre de cuestionamientos. “Todos me decían: “Pero vas a ir a donde están todos, ¿por qué?’. Y filo, me determiné, lo hice lo mejor que pude, con todas las ganas… y funcionó”, recuerda, en conversación con CNN Chile.
Esa voluntad por llevar cada proyecto al límite lo acompañó desde el primer ensayo con la banda que formó junto a sus hermanos, Vid y Rodrigo, ser una de las mentes que orquestó íconos nacionales del pop de fines de los ’90 como Supernova y Stereo 3, y compartir entorno laboral con estrellas como Luis Fonsi y Ricky Martin.
Y aunque hoy camina por la capital como si nunca se hubiese ido, preparándose para el show que Glup! tiene agendado este sábado en Bierfest Santiago 2025, estuvo lejos por casi 17 años. A lo largo de dicho periodo, vivió en ejes geográficos de la industria como México y Estados Unidos, produjo discos y dirigió películas como Doblemente Embarazada (2019-2022) y The Eight Cause (2022). El cine, en tanto, es una pasión que, según dice, “tenía muy guardada”.
Entre la música y el cine
Se describe como alguien determinado, una cualidad que considera fundamental a la hora de ser artista. “La mayoría de quienes logran llegar a un nivel, en lo que sea que hagan, son así: medios cabezas duras, medios obsesivos, medios perfeccionistas. Yo, por lo menos, no sé si soy perfeccionista como tal, pero sí lucho mucho por agotar todos los recursos posibles hasta que algo quede lo mejor dentro de las posibilidades”.
Se le viene a la cabeza, de pronto, la meticulosidad que aplicó al componer su disco solista Valiente (mismo que, en 2010, le valió una nominación a Mejor Artista Nuevo en los GRAMMY Latinos), donde cada detalle, capa de sonido y decisión creativa fueron parte de una estrategia diseñada con obsesión.
Cuenta que escribió 150 canciones. De esas mismas, seleccionó 60, grabó 20 y solo 14 llegaron al álbum. En pos de una inmersión completa en el proceso, optó por alejarse de todo durante seis meses y no abrirle la puerta a las distracciones, aún si ya habían demostrado ser grandes inspiraciones tras su música. “Decidí no tener polola y me puse a trotar dos horas al día para tener la mente bien. El resto del tiempo me lo pasaba encerrado”, recuerda.
Por lo mismo, si hoy pudiese impregnar parte de su experiencia en las nuevas generaciones de artistas chilenos, les aconsejaría jamás dejar las cosas en el aire: “Termina tu obra. Termina lo que empieces, sea lo que sea. No dejes canciones inconclusas, termínalas. Si puedes hacer diez, haz cien. Si estás en Osorno y piensas que Santiago está lejos: no está lejos. Yo llegué hasta Hollywood viviendo en Osorno. El trabajo es el mismo, da igual dónde estés; lo importante es ser coherente, hacer las cosas con seriedad. Y si realmente lo haces así, va a resultar”.
—Has sido parte de numerosos proyectos artísticos. ¿Dónde te sientes más libre, creativamente hablasto? ¿En tu faceta como productor, compositor, intérprete o cineasta?
—Me gustan mucho todos los lugares. Me gusta ser productor y me gusta ser compositor. Creo que, desde el punto de vista creativo, donde más cómodo he sentido es como dirección y producción. Disfruto utilizar cosas que estudié, como la actuación, para poder trabajar con los actores, que forman parte de un colectivo más grande. Porque en la música lo tengo más armado; es mi familia, son mis hermanos. Entonces, es como una cosa más automática… que la disfruto mucho, también, pero ya es como algo que tenemos andando hace mucho tiempo. El cine me ha resultado de un placer muy, muy grande. Puede ser porque es más novedoso para mí, también. Por eso yo creo que le he dedicado tantos años últimamente.
—A lo largo de tu carrera, has colaborado con artistas emergentes y consolidados. En esas instancias, ¿cómo se maneja el ego, tanto propio como ajeno, cuando estás detrás de un proyecto musical?
—Cuando escuchaba a Jodorowsky de chico, me molestaba un poco que hablara de que el ego no era algo tan malo. Y creo que, con el tiempo, lo he logrado entender. También me he dado cuenta de que es importante que los artistas lo tengan y sepan trabajar con él. Es algo que hemos conversado con Cristian Heyne, eso de que uno se transforma casi en una especie de psicólogo que acompaña. Muchas veces la gente dice, ‘Oye, ¿qué hace un productor ahí? Si yo veo que, de repente, no hacen nada’. En realidad, el trabajo como productor no va solo en lo musical, porque hay artistas eso lo tienen súper resuelto. Con los años, con la experiencia, uno puede ir ayudando a los artistas especialmente nuevos a que aprendan a utilizar su ego. A sentirse bien, a sentirse guapos, a vestirse bien y no tener vergüenza de eso.
Me encanta eso en las nuevas generaciones. Que son súper fashion y ya no hay tanta crítica como cuando yo tenía mi banda. Y mientras los demás grupos se vestían todos con short, con polera, súper como cualquier cosa, se reían un poco de que nosotros fuéramos tan preocupados de vestirnos bien. Nos molestaban. A mí otros grupos bien famosos me decían gay, ‘maraco’, que era la palabra que se usaba en ese tiempo en forma peyorativa. Y si hubiese sido gay, que no lo soy, hubiese sido horrible, además, recibir ese tipo de insultos solo porque te vestíai bien, porque te pintabai un poco los ojos, ocupabai el pelo más rico, qué sé yo. Se generaba como una especie de rabia al ver a alguien que se preocupaba de sus zapatos. Era bien desagradable e incómodo. Nosotros luchamos harto por eso.
—Y en comparación a ese prejuicio anterior, ¿sientes que la esencia de esa estética particular de Glup! hoy tiene otro valor?
—Sí, hay una combinación de cosas ahí. O sea, estaba la preocupación por la estética, que siempre fue algo que me hubiera gustado explotar más, la verdad. Pero como que me costaba, porque luchaba contra muchos prejuicios que había alrededor de nosotros. Yo intentaba, y me pintaba el pelo rosado, me pintaba el pelo amarillo, y buscaba mis pintas, ahí, para poder sentirme como más artista, acompañando del desenfado que venía de una cosa innegable en nosotros. Veníamos de una cultura que era más rockera, más punk, más Nirvana y todas esas cosas más irreverentes, que se plasmaba en la intensidad con la que tocábamos en vivo. Eso, para algunas personas, era como un shock, porque nos veían como una banda muy nice, muy linda… y en vivo nos veían rompiendo instrumentos, volviéndonos locos.
—¿Qué emociones han surgido en este proceso de reconstrucción de la banda y de volver a reunirse con el público? ¿Cómo fue el proceso? ¿Lo habían conversado hace tiempo o fue una decisión más o menos reciente?
—Lo que pasa es que nosotros, como somos una banda compuesta por hermanos, el contacto fue permanente. Siempre tuvimos ganas de volver. Yo me fui de Chile en un momento en que a Glup! le estaba yendo muy bien, y eso fue lo que detuvo el grupo. Íbamos en el tercer disco y habíamos sacado dos canciones a las que les estaba yendo súper bien, Puta Jefe y Mi Destino. En un inicio, me iba por un por un tiempo y finalmente empecé a hacer más cosas y más cosas y al final no volví. La banda nunca se acabó, sino que se diluyó… por el tiempo y porque yo estaba fuera. Quedó pendiente. Pero volver siempre fue fácil.
—¿Cómo te gustaría que se recuerde tu nombre en el futuro?
—Siento que hay muchas cosas que aún quiero experimentar y que no he alcanzado. Hasta ahora, he pasado por la música, el cine, y actualmente estoy explorando un momento más tecnológico, relacionado con el uso creativo de la inteligencia artificial. Lo que sí he tratado hasta ahora es de ser coherente con lo que hago. Estoy buscando que mi cine, que partió con películas comerciales en México, se enriquezca, que tenga contenidos más profundos. Siguen siendo comerciales, porque ese es mi estilo y me gusta,. Pero no quiero que sean superficiales. Aspiro a que sean obras comercializables, sí, pero con fondo, con trabajo y dedicación. Desde ahí es donde intento aportar. Me interesa que ese tipo de propuestas también respondan a un estándar exigente, que tengan calidad.
Así lo hicimos desde el principio con Supernova, por ejemplo. Trabajamos con el mejor ingeniero de sonido disponible en ese momento, y trajimos a músicos top. El disco sonaba bien. Lo mismo hice con las películas que dirigí en México. Allá el cine pop suele ser muy liviano, muy superficial. Y yo traté de aportar con detalles que muchos consideraban innecesarios. Me decían: ‘¿Para qué te complicas con eso?’. Pero para mí no daba lo mismo.
—¿En qué otros contextos pudiste manifestar esa inclinación por el detalle?
Me importaba, por ejemplo, que la paleta de colores estuviera muy pensada, llena de tonos amarillos que reflejaran la psicología del personaje principal. Y era una comedia. Me decían: ‘Relájate, es una comedia’. Pero yo sentía que eso también era parte de hacer las cosas bien. Intento que la cultura pop o lo comercial no estén reñidos con la calidad. Me esfuerzo mucho en eso. Siempre busco trabajar con los mejores, convencer a un director de fotografía talentoso y decirle: ‘Sé que tú haces otro tipo de cosas, pero esta película necesita tu mirada, tu mano’.
En mis películas, por lo general, el presupuesto no alcanza para todo. Y la música, en el cine, suele ser el último ítem. Entonces, muchas noches, después de editar, me iba a componer música a escondidas de la productora. No teníamos presupuesto para contratar un compositor que lograra lo que yo imaginaba para la banda sonora. Nos encerrábamos de madrugada, agotados, y en un mes logramos hacer 55 canciones. Todo gratis. Solo porque sentíamos que la película lo merecía. Creo que esa es mi cruzada, ¿cachái? Que la cultura pop y lo comercial, no sean sinónimo de menor esfuerzo artístico; que no se vea como algo que no requiere dedicación. Que tenga compromiso.
Fuente: CNN Chile