La muerte de Gastón Soublette ha provocado una serie de homenajes y reconocimientos a la figura de uno de los pensadores más importantes del Chile contemporáneo. Para muchos, un referente en varios frentes, pero el propio Soublette también tenía sus referentes, como Charles Chaplin, a quien definió como su obsesión.
En un texto firmado por el propio autor y titulado “Sabiduría Oriental, Chaplin y el I Ching”, cuenta que conoció al artista por primera vez a los siete años, cuando su madre lo llevó por primera vez al cine y vio la película “El Pibe”, o en inglés “The Kid”.
“La impresión que me produjo fue enorme, por lo cual la figura del hombrecito del sombrero de hongo y el bastoncillo de colihue se me grabó con trazos indelebles en la memoria”, escribió Soublette.
Esta figura, luego en la adolescencia, se convirtió en obsesión.
“Lo cual se manifestaba en el hecho de buscar constantemente en las noticias de espectáculos de los diarios los cines de Valparaíso, Viña del Mar y Santiago en que se daban y repetían sus películas, como también en el deseo de leer todo lo que se había escrito sobre él y que estaba al alcance de mi mano”.
Esa obsesión finalmente se convirtió en realidad. En 1952, cuando el filósofo se encontraba en París con motivo de sus estudios de música, vio una revista francesa en cuya portada aparecía Charles Chaplin a los cincuenta años.
“La fotografía era hermosa. Su actitud era meditativa, y en un pequeño recuadro a pie de página, aparecía el pequeño vagabundo. La publicación de esta fotografía coincidió con el estreno en París de su película Candilejas, de manera que al verla yo en la revista caí en la cuenta de que ese día ambos estábamos en la misma ciudad”.
Soublette explica que, a través de una señora chilena de “gran figuración social”, conoció a otra señora francesa que era amiga del director del hotel Ritz, donde se alojaba Chaplin. Así pudo entrar al lugar donde se hospedaba su héroe.
Pocos minutos después, entró a una conferencia de prensa junto a periodistas de todas las nacionalidades, quienes le preguntaban cosas relativas al estreno de Candilejas. Salvo Soublette.
“Sr. Chaplin, ¿volverá usted a hacer una película con su antiguo personaje?”
Chaplin pareció no estar preparado para esa pregunta, porque lo dejó pensativo y lo obligó a hacer una pausa antes de responder. La respuesta fue la siguiente:“Hace muchos años, cuando era yo muy joven, me encontré con ese hombrecito en una angosta callejuela de Londres. Nos hicimos amigos y caminamos juntos toda una vida, hasta que, de pronto, sin saber por qué, lo perdí de vista. Ahora no sé si en el tiempo que me queda de vida lo volveré a encontrar…”, relata el autor.
Esa respuesta lo volcó a una nueva obsesión, ya que se dio cuenta de que se relacionaba con un pasaje del I Ching, libro oracular chino. Así volvió a revisitar las películas de Chaplin.
“Descubrí que el vagabundo Charlie es un andrógino psíquico, esto es, un ser que tiene bien equilibradas las virtudes de signo paterno (Yang) con las de signo materno (Yin). En las otras dos películas antes mencionadas, se entiende, después de un minucioso examen, que Chaplin quiso dotar a su Charlie de rasgos mesiánicos”.
Fuente: The Clinic