Denisse Malebrán, sin filtros: “A las mujeres siempre nos han intentado agredir desde nuestra sexualidad”

Si hay algo a lo que Denisse Malebrán no le teme son los límites. A lo largo de su trayectoria, la cantante chilena ha aprendido a reconocerlos, respetarlos y, cuando ha sido necesario, establecerlos con firmeza. En un medio donde las expectativas externas y las presiones de la industria suelen desdibujar las fronteras personales, ella apunta a que ha intentado forjar su propio camino con una consciencia clara de hasta dónde quiere llegar y de cuánto está dispuesta a entregar en cada etapa de su vida artística.

Ese aprendizaje no surgió de manera espontánea, sino que fue moldeándose a través de los años, en escenarios pequeños y grandes, en sesiones de grabación compartidas y en la reflexión íntima que el tiempo y la experiencia imponen. Hoy, celebrando los 25 años de Saiko, Malebrán mira hacia atrás no solo con orgullo por los logros alcanzados, sino también con gratitud por las lecciones aprendidas.

La más importante, quizás, ha sido entender que su identidad no necesita ser negociada para mantenerse vigente.

Para ella, 2025 quedará marcado en la historia de Saiko como un año de “sueños cumplidos”. Y es que, sin pisar aún el segundo semestre, la banda nacional ha logrado concretar —de manera consecutiva— varios anhelos que eran parte de toda una carrera. Entre los más destacados, está el haber formado parte de la cartelera del Festival del Huaso de Olmué y agendar una gira por todo Chile exclusivamente dedicada a teatros.

Por eso, a sus 48 años, la cantante y compositora hoy celebra desde el podio seguir viviendo de la música en un país con un mercado mucho más acotado en el rubro que otros vecinos continentales y se da un momento para mirar en retrospectiva.

“Hay gente a la que no le gusta la palabra vejez… Pero yo siento que, gran parte de ese recorrido, te permite tener un tiempo distinto. Una calma para observar, para contemplar. Para tratarte mejor, también”, reflexiona, en entrevista exclusiva con CNN Chile.

“En ciertas edades más frenéticas, como los 20 y los 30, uno siente que debe ir muy rápido; corriendo, porque tiene cosas que alcanzar. Y es súper bacán llegar a esta etapa de mi vida, tan cerquita de los 50, diciendo: Pucha, qué lindo todo lo que hemos hecho“, agrega.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

En el marco de la celebración de sus 25 años de trayectoria, Saiko decidió dar un giro creativo a su propuesta musical invitando al Coro Chile Gospel a sumarse a su espectáculo en el Teatro Municipal de Santiago. Lo que inicialmente partió como una colaboración en Viaje Estelar se transformó en una experiencia más amplia: siete de los temas más emblemáticos de la banda fueron reversionados junto al coro, en un ejercicio de reinvención artística que reflejó, según Denisse Malebrán, su permanente inquietud creativa.

“No queríamos hacer un concierto igual a los anteriores. Ya habíamos tenido invitados el año pasado, así que esta vez queríamos algo distinto”, explica Malebrán. La elección de un coro en lugar de solistas conocidos respondió a ese impulso por sorprenderse a sí mismos y al público. “Nos dimos mil vueltas pensando en cuerdas, en bronces, y terminamos diciendo: ‘no, invitemos a un coro’. Y estamos felices de haberlo hecho”, añade. La cantante, además, trabajó personalmente en los arreglos vocales junto al Coro Chile Gospel, un proceso que la conectó con sus primeras experiencias en la música, cuando siendo niña participaba en coros escolares.

Más allá de la búsqueda estética, la decisión también refleja una postura profunda sobre la música y el arte en general. Para ella, concebir el arte bajo moldes rígidos o bajo el mandato de las convenciones es un error. “La música tiene que ser como el vuelo de un ave, no puede tener límites”, sostiene, citando a Violeta Parra. “¿Por qué no? ¿Por qué no podría tener unos mariachis si quisiera?”.

La conversación se extiende al fenómeno de reinvención que hoy viven otras agrupaciones chilenas. “Para mí, Los Bunkers son la mejor banda chilena en este momento. Y lo digo así, sin sin ningún apodo. Y creo que, en parte, uno puede disfrutar su obra porque ellos mismos vuelven a revisar de una forma súper lúdica. Tienen la sabiduría de sobre leer sus canciones, y por eso hacen versiones tan lindas”.

En su mirada, seguir arriesgándose, seguir renovándose, es esencial para mantener vigente el espíritu de Saiko. “Si estableces límites, si conviertes tu arte en algo rígido, te jubilaste”, concluye.

Denisse Malebrán y el Chile musical de los 90: El desafío de ser mujer en el rock

Saiko nació en 1999, como un proyecto nuevo de dos integrantes de La Ley —Luciano Rojas y Rodrigo Aboitiz— que buscaban explorar sonidos electrónicos. Por su lado, Malebrán ya entendía las implicancias de trabajar en conjunto. Había sido parte de Turbomente, banda que formó en la adolescencia junto a compañeros de colegio y con la que editó su primer disco años antes.

Viendo hacia atrás, destaca el origen comunitario de su vínculo con la música. “Te juntabas en la casa de un compañero de colegio que tenía una guitarra, y a otro el papá, de paleteo, quizá le había comprado un bajo”, relata. En esa época, hacer música no respondía a estrategias de mercado ni a sueños de fama inmediata: “Todo tenía que ver con sueños, con pasarlo bien”.

Por lo mismo, sumarse a Rojas Aboitiz implicaba convertirse en pieza de un puzzle en el que no creía poder encajar. “Los veía como algo muy lejano”, recuerda. “De partida, ellos vivían en México. Era una banda muy consolidada, con mucho éxito. Yo me veía en el under, desde una música un poco distinta”.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

En medio de esa primera etapa, un momento marcó el rumbo de su vida: asistir a un concierto de Lucybell, una de las bandas más importantes del rock chileno de los noventa. “Recuerdo estar sentada en la orilla, como cualquier otra chica del público, y haberlos visto y haber dicho: Yo creo que yo también podría hacer esto”, cuenta. “Creí que podía llegar a dedicarme a la música cuando vi a otro haciendo algo parecido a lo que me gustaba… y que sí le resultó”.

Su análisis ante el machismo en el rock chileno: “Me pude dedicar a esto porque tuve cuero de chancho”

Sin embargo, el Chile musical de finales de los años 90 y comienzos del 2000 no era un terreno fértil para proyectos femeninos. “En otros géneros, como el folclore o la música popular, a la mujer se le daba cierto espacio. Pero el rock era un terreno de hombres”, señala. “No tuve una par que me acompañara”, recuerda.  Y aquella falta de red de apoyo fue una de las marcas más dolorosas de ese tiempo. “Qué ganas de habernos apoyado antes con la Javiera (Parra), con la Nicole. Cada una tuvo lo suyo”, reflexiona. “Es un medio muy machista”.

En un circuito caracterizado por bandas masculinas (“estaba Chancho en Piedra, Los Bunkers, Lucybell, Los Tetas, Los Tres”), Malebrán recuerda instancias en las que, literalmente, no coexistía con otras artistas. “Imagínate una gira con todos esos grupos. Lo hice en algún momento, y no había otra mujer”, relata.

Y en su análisis, asegura que el machismo estructural no solo dificultaba el acceso, sino que también imponía una constante necesidad de validación sobre las mujeres músicas. “Durante dos décadas siempre se puso en cuestionamiento mi calidad. Y eso no pasa con los hombres”, acusa.

A su parecer, el prejuicio persistía incluso cuando las mujeres demostraban capacidad y talento. “Tú ves que Los Jaivas salen con la Juanita (Parra) de baterista y todos dicen, Claro, es la hija del exbaterista. Siempre había una justificación al por qué tú estabas ahí. Chile es un país atrasado en todo sentido. Imagínate en la cultura. La Mon (Laferte) se llevó como baterista a Cancamusa a México. Y claro, ya la Mon, que es otra genio de nuestra música, visionaria, puso a una mujer en la batería. Totalmente impensado para Chile. (Y puedes ver) las cosas que inventaban. De nuevo lo mismo, ¿viste? Son pololasson lesbianas. Porque este país es así, somos una aldea. Nos comportamos como una aldeita”.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

El cuestionamiento permanente, cuenta, afectó a varias generaciones de músicas chilenas. “¿Cómo se portaron con la Javiera Mena cuando salió? ¿Cómo se han portado con distintas mujeres?”, pregunta de manera retórica. Y pese a que hoy existe un mayor reconocimiento y “nadie podría cuestionar el porqué una mujer canta en una banda”, las heridas de esa falta de mérito siguen latentes.

“En 2025, todavía hay gente que me tira mierda y dice que yo no entré a Saiko por mis capacidades. Pero hoy es más difícil que alguien se trague el cuento de todas las leyendas que se puedan encontrar al respecto. Estoy hablando de mí, pero también de todas mis compañeras. De por qué la Nicole está donde está, la Fran Valenzuela está donde está, de por qué la Javiera (Mena) o cualquiera. Siempre había una respuesta alternativa a quitarte el mérito. Y en eso, yo, por lo menos, me siento muy orgullosa de haber resistido ese maltrato durante tantos años y poder decir 30 años después: ¿Sabís qué? Yo me pude dedicar a esto porque tuve cuero de chancho. Porque otras personas no lo resisten”, analiza.

En sus primeros años como vocalista de Saiko, Denisse Malebrán no tardó en percibir que su incursión en la industria musical sería más compleja que la de sus compañeros varones. Según relata, uno de los indicios más tempranos de esta diferencia se manifestó en situaciones cotidianas como festivales o giras, donde algunos colegas saludaban a los demás integrantes, pero la ignoraban a ella, a pesar de estar presente. “Tú podrías decir que era porque no me conocían, pero después me di cuenta de que no tenía que ver solo con eso, sino con que no pertenecía. Era un mundo de ellos, de los hombres”, recuerda.

Malebrán contempla que su llegada a la escena musical chilena fue vista como la de una “aparecida”: no provenía de una familia reconocida en el medio ni contaba con contactos previos. “¿De dónde salió esta mina?“, era la pregunta implícita que sentía en cada espacio.

“La farándula no tiene nada que ver con la cultura”

En 2018, decidió romper el silencio ante un episodio que hoy define como “violencia simbólica” y a su vez, “lo más álgido y grotesco” que vivió en su carrera.

A través de una columna publicada en El Mostrador, la cantante relató una situación ocurrida cuatro años antes, en 2014, cuando fue objeto de una rutina de humor que, basándose en rumores infundados, menoscababa explícitamente su vida sexual.  “¿Cachái que las familias tienen esta cosa como de los secretos de familia, que la gente como que no cuenta estas cosas como para no herir a nadie?”, pregunta. “Uno tiene que romper con estas cosas, y las rompe diciéndolas. Yo conté lo que había pasado como una forma de que no le volviera a pasar a otra mujer. De que cualquier persona se sienta con el derecho a ridiculizar a una mujer por el motivo que sea”.

Más allá de su caso particular, Malebrán situó el episodio dentro de una problemática mayor que afecta a las artistas expuestas en el espacio público. “Espero que ninguna chica que quiera dedicarse a la danza, al teatro, al humor o a la música tenga que vivir lo que vivimos las mujeres expuestas sobre un escenario los últimos 40 años”, expresa. “En algún momento, se inventó que yo había estado con todos los integrantes de mi banda y que mis hijas eran de ellos“, recuerda. Y subraya que los hechos no resistían una revisión mínima. “La gente tiene Google, ¿cómo no va a cachar que yo ya era mamá cuando entré a Saiko? Mi última hija nació cuando yo no estaba en Saiko. Nada tenía sentido”.

A pesar de ello, la especulación persistió y contribuyó a construir una percepción pública que, según advierte, fue difícil de revertir. “La gente te inventa una imagen de la que es muy difícil escapar. Y de partida, tú no te tienes por qué andar defendiendo, si no es tu rol. Yo soy artista.  Y cualquier artista puede hacer con su vida sexual lo que quiera; es problema de él o de ella si ha querido tener 77 parejas o 92. El punto es que es raro que esto ocurriera con alguien que nunca había contado ni hablado de esto… y sin embargo, es porque soy mujer. Porque yo no tengo recuerdo, en estos 30 años, de que alguna vez le hayan preguntado a mis compañeros, estando sentados al lado mío, si se separaron o si sus hijos eran de mamás distintas”, reflexiona.

“En las mismas condiciones, solamente se observa y se juzga la mujer. Se critica su comportamiento, no el del hombre. Eso me pareció tan obvio, tan lógico”.

A lo largo de su carrera, además, afirma haber sostenido con claridad una separación conceptual entre su trabajo artístico y el fenómeno mediático. Y en su caso personal, dice que nunca abrió la puerta de su vida privada al escrutinio público. “Cuando me casé, la última vez, me llamaron de todos los medios para preguntarme, y les dije: Yo no voy a hablar de eso, es algo que pasó en un espacio privado“, recuerda. Reitera que tampoco promovió en redes sociales los hitos de su vida íntima, buscando proteger esos aspectos de la exposición pública.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

“Es muy loco, porque yo creo que la farándula no tiene nada que ver con la cultura“, afirma de manera categórica.

Y aunque no descalifica la existencia del fenómeno, sí marca una diferencia respecto de su propia trayectoria. “Esto es algo que analizo muy seguido. La farándula tiene otros personajes que se dedican a eso. Hay gente a la que le gusta exponer su vida privada y lucrar con ella, y está todo bien. Pero es gente que pertenece a otro mundo”.

Para Malebrán, la “farandulización” de las figuras artísticas no solo distorsiona el foco del trabajo cultural, sino que también erosiona el respeto hacia el aporte real que los músicos hacen a la sociedad. “Nosotros nos dedicamos a otra cosa”, sostiene. “Lo que haga yo, el Álvaro Henríquez, la Javiera Parra, la Nicole, la Fran Valenzuela, la Denise Rosenthal, no tiene nada que ver con la farándula. Los cahuines del fin de semana y los programas en los que se habla de la vida de un famoso son otra cosa. Nosotros no tenemos nada que ver”.

En esa misma línea, reconoce que el interés del público por conocer aspectos personales de sus artistas favoritos es legítimo hasta cierto punto, pero advierte que existe una diferencia importante entre el deseo de cercanía y el uso del morbo como herramienta de ataque o desprestigio. “Para mí fue muy violento, porque yo nunca he expuesto mi vida privada. La gente no sabe quiénes eran mis parejas, por qué terminé o si, finalmente, hubo infidelidad o no”.

Interpreta esta situación como parte de una intención sistemática de atentar contra reputaciones de mujeres que, como ella, han logrado visibilidad en la escena cultural. “Había una intención de dañar, y eso es algo que acompaña la carrera de muchas personas hasta el día de hoy, lamentablemente”, observa. “A las mujeres siempre nos han intentado agredir o bajar desde nuestra sexualidad”.

¿Por qué, entonces, cree que hubo un ensañamiento con ella en particular? “Tiene que ver con mi imagen. En el fondo, mi imagen era muy disruptiva para muchos hombres. Era como insoportable el ver a una mina con ropa apretada, que, de alguna manera, jugara su sensualidad como parte del espectáculo. Es como: Esta es inalcanzable, yo la voy a destruir. La voy a castigar más, porque ella sí es un objeto de deseo para míNo es lo mismo para alguien que salía, de alguna manera, en un aspecto más protegido, ¿cachái?. Eso lo he analizado con algunas amigas que han estudiado mucho más que yo esto. Quizás, otras colegas pasaban más piola, no más”.

La lucha por el reconocimiento de su obra: “Desde el principio me quitaron pedazos”

Sin embargo, en retrospectiva, explica que lo más ha llegado a afectarle no ha sido la falta de reconocimiento público ni las especulaciones sobre su vida privada, sino el cuestionamiento constante a su autoría artística. “Lo más doloroso fue que la gente inventara que las canciones no las hacía yo”, afirma.

Desde su ingreso a Saiko, enfrentó situaciones en las que otros se atribuían la autoría de sus letras, un problema que se manifestó de manera concreta cuando uno de los integrantes de la banda inscribió a su nombre canciones escritas por ella. El conflicto se resolvió de forma superficial: el sello discográfico decidió, como medida de control, que las composiciones se inscribieran a nombre de todos los miembros por partes iguales.

“No se trató como un problema de derechos, sino como una pelea de niños”, explica. Eventualmente, esa tensión derivó en la salida de Iván Delgado de la banda, pero el “daño simbólico” ya estaba hecho. “Desde el principio me quitaron pedazos”, resume.

Esta desconfianza hacia su rol creativo se extendió durante años. Malebrán recuerda cómo circulaba la idea de que, en realidad, era su entonces pareja, Luciano Rojas, quien componía la música y le atribuía el crédito a ella. “Era como si no pudieran reconocer que yo podía hacer música”, sostiene. Esta percepción generalizada afectó su autoestima artística, llevándola a cuestionarse la necesidad de demostrar su capacidad, no solo al público, sino a sí misma. “Cuando me fui de Saiko, tenía que probarme que podía hacerlo sola”, explica.

Durante muchos años, la gente decía: No, pero si es obvio que la música la hace Luciano. Él hace todo y lo pone a nombre de ella porque es su pareja. O sea, en el fondo era no reconocer que yo podía hacer música. Yo creo que todo eso tiene mucho que ver con la personalidad que uno forja… Cuando yo me fui de Saiko, también yo creo que tenía mucho que ver con que yo tenía que demostrarle al resto, pero sobre todo, demostrarme a mí, que yo era capaz de hacer esto sola. Lo  me impulsó fue el hecho de que había personas que estaban todo el tiempo cuestionando. Luciano me decía: Pero, ¿qué te importa a ti si alguien cree o no cree?. Bueno, a mí sí me importaba en ese momento”.

Con el paso de los años, la relación de Malebrán con su obra y con la percepción pública ha cambiado. Hoy, dice, las críticas infundadas le provocan indiferencia e incluso humor. Sin embargo, considera que durante su juventud le afectaron profundamente. “Cuando eres chico y estás partiendo, lo pasai mal. Yo sentía que, hiciera lo que hiciera, nunca iba a poder gozar del fruto de mi cosecha”, afirma.

Para ella, el momento de mayor gratificación como compositora no ha sido ocupar los primeros lugares en rankings radiales ni vender discos, sino presenciar cómo el público hace suyas sus canciones. “Cuando estás en el escenario y ves a la gente cantar lo que tú escribiste, esa es de las cosas más bonitas que te pasan”, sostiene.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

Hoy, gracias a las redes sociales, ha podido construir un canal de comunicación más íntimo con su audiencia. A través de mensajes y relatos personales que recibe de sus seguidores, ha podido revalorizar su trabajo de forma directa. “Me cuentan historias de cómo mis canciones los acompañaron en momentos fundamentales de sus vidas, y eso es impagable”, señala. Entre los ejemplos que recuerda, destaca mensajes de personas que utilizaron su música en peticiones de matrimonio o para despedir a seres queridos, experiencias que, dice, le dan sentido a su trayectoria.

Uno de los relatos que más la conmovió recientemente fue el de una joven que le confesó que la canción Viaje Estelar se había convertido en un vínculo simbólico con su madre biológica, a quien no conocía. “Me dijo que soñaba que iba a encontrarla escuchando esa canción”, recuerda, visiblemente emocionada. Para ella, esos momentos reafirman el poder transformador del arte. “La música logra cosas mágicas. Va más allá de uno, trasciende”, sostiene.

Y reflexiona sobre el valor real que tienen los artistas en la vida de las personas, más allá del reconocimiento mediático o las cifras de ventas. Para ejemplificarlo, menciona el impacto que generó la muerte de Tommy Rey, emblemático cantante de la música tropical chilena. Según comenta, muchos no entendieron inicialmente la magnitud de las muestras de afecto y duelo popular tras su fallecimiento. “La gente decía, ¿Pero cómo? Si es un cantante, no más“, recuerda.

Para Malebrán, esa respuesta evidencia una incomprensión sobre el verdadero rol que desempeñan los artistas en la vida de quienes los siguen. “Tommy Rey estuvo en matrimonios, cumpleaños, en los años nuevos, en bautizos. Aunque no estuviera ahí de forma presencial, para esa gente sí estuvo”, explica. Desde su perspectiva, el arte —y en especial, la música— se inserta en la memoria emocional de los individuos de una forma que no puede ser equiparada a ningún otro bien de consumo. “No es comparable a un objeto que compras y usas. Es parte de cómo entendiste la vida en ese momento”, afirma.

“He sido leal a mí misma, aunque eso me haya costado oportunidades”

Aunque la imagen pública de Denisse Malebrán ha sido la de una mujer fuerte y determinada, la propia artista ofrece una perspectiva distinta sobre su carácter. “No es que sea una mujer fuerte. Yo soy súper frágil”, reconoce. “De tantos palos que me dieron, se me creó una coraza, pero naturalmente no soy así”.

Señala que su vida no estuvo marcada únicamente por las adversidades que encontró en el camino, sino también por decisiones que, consciente o inconscientemente, la expusieron a mayores dificultades. “Yo misma me he hecho la vida difícil”, admite. Uno de los factores que identifica es su disposición a expresar abiertamente sus opiniones políticas, algo que, en su experiencia, implica un costo alto en un país que —a su juicio— tiende a castigar la diversidad de pensamiento. “Tener opinión política en este país es súper castigable. Desde distintos sectores me han funado o atacado, tanto de derecha como de izquierda”, relata.

La cantante acepta que, durante un tiempo, la exposición de sus opiniones, especialmente en redes sociales como X (anteriormente Twitter), le provocó un desgaste personal considerable. “Llegó un momento en que me di cuenta de que lo único que lograba era daño”, sostiene. Esa experiencia la llevó a optar por el silencio en ciertos temas. “No es que no tenga opinión, es que entendí que no valía la pena exponerse para recibir ataques que afectan emocionalmente”, explica.

Malebrán también atribuye parte de su trayectoria accidentada a una personalidad visceral que, admite, ha sido poco estratégica en un entorno donde las alianzas suelen definir oportunidades. “Yo nunca mido si algo me conviene o no. Si lo siento o lo pienso, lo digo”, afirma. Esta actitud, aunque le ha permitido mantenerse firme a sus creencias, también le ha cerrado puertas laborales en ámbitos publicitarios. “Es obvio que, si tienes una opinión fuerte sobre derechos laborales, una multitienda no te va a contratar como rostro”, señala con pragmatismo.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

Pero a pesar de todo, no se arrepiente de su forma de actuar. “He sido leal a mí misma, aunque eso me haya costado oportunidades”, remarca. Y aunque reconoce que otras personas logran equilibrar mejor la expresión de sus ideas con sus conveniencias profesionales, prefiere cargar con las consecuencias antes que censurarse. “Me ha traído muchos costos en mi carrera. Pero en realidad, es como… Qué penca me hubiese sentido midiendo todo a conveniencia. Aunque hay gente a la que le va mucho mejor que a mí siendo así, y todo bien”.

Respecto a cómo ha enfrentado emocionalmente las presiones y dificultades a lo largo de su carrera, Malebrán destaca que su principal canal de catarsis ha sido la música. “Mi terapia ha sido hacer canciones”, afirma. Componer y escribir letras le ha permitido procesar duelos, dolores y episodios complejos de su vida personal y profesional. “Si no hubiese tenido la posibilidad de escribir, probablemente hubiese terminado en un estado psicológico mucho más afectado”, reconoce.

Y aunque la música fue su primer refugio emocional, también ha tenido la oportunidad de recibir ayuda profesional.

El 6 de diciembre de 2005, Saiko sufrió un grave accidente de tránsito mientras regresaba a Santiago tras participar en un acto de campaña de Michelle Bachelet en Temuco. El bus en el que viajaban colisionó frontalmente con un camión en el puente sobre el río Maipo, resultando en cinco fallecidos, entre ellos Ricardo Burgos, asistente técnico del grupo. Denisse cuenta que Ana María Arón, destacada psicóloga chilena, se acercó para ofrecer apoyo en términos de salud mental.

Posteriormente, una de sus colaboradoras, Andrea, le propuso a Malebrán iniciar un proceso terapéutico individual, que se extendió por seis años. “Fue un espacio de crecimiento total para mí”, cuenta. Durante ese período, atravesó momentos personales decisivos: dejó Saiko, emprendió su carrera solista, se convirtió en madre nuevamente y enfrentó separaciones importantes. En ese proceso, explica, surgieron discos como MalezaPagana y Mi Caravana, donde volcó emociones profundas vinculadas a la reparación, el perdón y el autoentendimiento. “Eran puras canciones tristes, en términos de tener que sanar heridas”, resume.

“Hablar mal de la política es que gane el populismo, y yo no voy a hablar nunca mal de la política”

Formada en un ambiente educativo que promovía el debate y la reflexión —en el colegio Sagrado Corazón de San Bernardo, administrado por religiosos neonianos holandeses—, Malebrán señala que su aproximación al mundo ha sido siempre desde la duda y la revisión permanente de las certezas. “Vengo de un ámbito mucho más filosófico, de cuestionar todo”, explica. Esta educación, basada en la tolerancia y el respeto por las diferencias, contrasta con el clima actual que, según observa, tiende a uniformar a las personas, incluso entre quienes se consideran opuestos ideológicos. “Cuando tú te formas en algo que es todo igual, terminas transformándote en lo que tanto desprecias”, advierte.

Malebrán ilustró esta idea comparando distintas formas de uniformidad, señalando que tanto los extremos de izquierda como de derecha replican dinámicas similares de intolerancia. “Estás uniformado igual, solo que con otro tipo de ropa”, comenta. Sin embargo, reconoce que su esperanza se renueva cuando presencia manifestaciones culturales diversas, como su reciente participación en el festival REC, donde miles de jóvenes corearon canciones de distintos estilos y generaciones. “Ver a esos cabros chicos cantándose todas las canciones me dio esperanza. Porque en un mismo día podían escuchar a Cris MJ, a Ana Tijoux, a Los Tres y a Saiko”, cuenta.

Para Malebrán, la amistad o la cercanía no deben definirse exclusivamente por afinidades ideológicas. Hace alusión, por ejemplo, a las críticas que ha recibido respecto a su relación de amistad con el exalcalde de La Florida Rodolfo Carter.

“A mí, hay gente que públicamente me ha increpado: ¿Cómo tú puedes decir que eres amiga de Carter?”. Y ella misma responde: “¿Tú le preguntas a tu vecino por quién vota antes de ayudarlo? A mí no se me ocurriría. Uno aprecia a las personas en la dimensión en que se las topa en la vida”.

Denisse Malebrán |  Fotografía: Camila Morandé

Sobre su experiencia escolar durante la dictadura, Malebrán recordó cómo la diversidad política y social entre sus compañeros le permitió construir una mirada más amplia del mundo. Relata que, mientras algunos de sus amigos eran nietos de miembros de la Junta Militar, ella escuchaba en su casa historias sobre desapariciones en Paine. Aun así, aprendió a separar a las personas de sus contextos familiares. “¿Qué tiene que ver él? Si él no fue”, reflexiona. Esa educación, sostiene, fue fundamental para desarrollar una visión basada en la tolerancia y el respeto.

La cantante también se refirió a la importancia de la política, pese al descrédito que sufre en la actualidad. “Hablar mal de la política es que gane el populismo, y yo no voy a hablar nunca mal de la política. Pero sí hay malos políticos, obviamente, como en todo. Hay malos doctores, hay malos artistas, hay malos periodistas, hay malos de todo. Pero la política es necesaria. Uno necesita, de alguna manera, estar informado. A mí, la verdad, siento que cada vez se me va achicando más el rango de representatividad… pero eso también me parece que es normal cuando uno va creciendo, va envejeciendo. Y porque ha cambiado mucho el país. Ahora, yo no voy a votar nunca por la derecha. Nunca voy a ser de derecha. Pero eso no quiere decir que no pueda tener amigos de derecha. Mira lo ridículo”, concluye.

Finalmente, Malebrán destacó que su círculo cercano está conformado por personas muy diversas, tanto en lo político como en lo personal. “Mis mejores amigos no se parecen entre ellos ni en lo que hacen ni en cómo piensan”, explica. Para ella, esa diversidad es un valor que permite crecer y entender el mundo desde perspectivas diferentes. “Así me parece que está perfecto”, cierra.

Fuente: CNN Chile

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