En la antigua Roma, el solo hecho de mencionar la palabra “cruz” causaba un gran miedo. Hay registros de que el filósofo, político y romano, Cicerón, llegó a decir que esta ni siquiera debía estar presente en los pensamientos de un ciudadano romano. Por ello, la crucifixión era vista como “el castigo más cruel”, porque mataba de manera pública y lenta.
Las personas agonizaban por horas o días, mientras sus cuerpos se debilitaban, explicó Louise Cilliers, investigadora del departamento de la Universidad del Estado Libre a BBC.

Los orígenes de la crucifixión
Aunque se asocia comúnmente con el Imperio Romano, esta práctica tiene raíces más antiguas. Se cree que comenzó con los asirios y babilonios, civilizaciones conocidas por la violencia en sus castigos, afirma Cilliers.
Más tarde, los persas del siglo VI a.C. la adoptaron, colgando a los condenados en árboles o postes, escribió Cilliers y F. P. Retief, en La historia y la patología de la crucifixión para la revista South African Medical Journal.
Louise explicó que la técnica fue expandida por Alejandro Magno tras sus conquistas, y poco a poco fue llegando a otras regiones como Egipto, Siria y Cartago. Pero fueron los romanos quienes perfeccionaron esta práctica.

La técnica del castigo
Los romanos introdujeron distintos tipos de cruces: algunas con forma de X, otras como una T y, la más conocida, la cruz latina. Los condenados debían cargar la cruz hasta el lugar de su ejecución, explican los autores en el artículo.
Allí se les amarraba o clavaba al madero horizontal, que luego se fijaba a un poste vertical ya instalado. Los clavos eran largos y gruesos, y muchas veces se insertaban en las muñecas para que el cuerpo no se soltara por su propio peso.
La posición en la cruz obligaba a la persona a hacer fuerza con las piernas para poder respirar. Pero cada intento provocaba dolor, lo que generaba un largo ciclo.
Era un sacrificio para los peores enemigos
No cualquier persona podía ser crucificada. Este castigo estaba reservado para esclavos, extranjeros y enemigos del poder romano. A los ciudadanos romanos rara vez se les aplicaba, a no ser que fueran casos extremos.
El caso de la crucifixión de Jesús resulta llamativo, no era un guerrillero ni un criminal común. Pero su mensaje fue visto como una amenaza para el orden. Con el tiempo, todo cambió. En el siglo IV, el emperador Constantino I abolió la crucifixión y declaró legal al cristianismo, que poco a poco fue ganando terreno.
La cruz, que antes fue sinónimo de tortura, se transformó en uno de los símbolos de fe y amor para millones de personas cristianas en el mundo.
Fuente: BioBioChile