Aquel joven que acababa de salir del Ejército jamás imaginó que un gesto romántico suyo lo lanzaría al mundo del espectáculo. Tampoco que Sylvester Stallone le abriría las puertas del éxito con un papel inolvidable
Ni Apollo Creed y su virtuosismo altanero, tampoco Clubber Lang con su prepotencia demoledora, y menos aún la fortaleza incólume que representaba Iván Drago: el verdadero antagonista de Rocky siempre fue su cuñado. Perezoso, antipático, borrachín, envidioso, malhumorado, interesado y pesimista, Paulie reunía una decena de características que lo convertían en el álter ego de nuestro héroe. Si alguien no debía -ni quería- ser Balboa, ese era él.
En una historia cargada de emotividad, el personaje de Paulie -primero mejor amigo de Rocky y luego su cuñado, al iniciar una relación amorosa con Adrianna- despierta escasa simpatía. Esta ausencia de carisma no terminaría arrastrando al actor que lo interpretó con maestría, uno de los pocos que estuvo a lo largo de toda la saga -junto con el propio Sylvester Stallone y Tony Burton, quien personificó al entrenador de Apollo-. Y es todos reparan en Burt Young con una sonrisa, no solo los fanáticos de la película .
No obstante, siempre permaneció a la sombra del Semental Italiano. Es por eso que esta humilde crónica -todavía conmocionada por su partida a los 83 años, el último 8 de octubre– procurará devolverle a Burt algo de aquella fama extraviada. O peor, jamás conseguida del todo.
Gerald Tommaso DeLouise -tal su verdadero nombre- nació el 30 de abril de 1940 en Nueva York. En el ocaso de su adolescencia estuvo en las filas del cuerpo de Marines del Ejército de los Estados Unidos. Al salir, se preparó en el prestigioso Actors Studio de Lee Strasberg, donde se formaron estrellas como Marlon Brando, Paul Newman, Al Pacino James Dean y Dustin Hoffman, entre otros.
Su llegada allí fue casual. O más bien, producto de una doble intención. Resulta que estaba enamorado de una camarera que anhelaba convertirse en actriz. En un gesto caballeresco, Young le escribió una carta a Strasberg, sin saber siquiera de quién se trataba, para que le cumpliera el sueño de aquella joven. El maestro de actores no pareció interesado en trabajar con ella, pero sí con él. Y lo convocó. Con el tiempo se convertiría en su mentor.
Mientras soñaba con su propio golpe de suerte sobre el escenario, Burt trabajaba como vendedor o limpiador de alfombras, entre otros oficios. A los 28 actuó en su primera obra de teatro. Un par de años después haría su debut en la pantalla grande con The Gang That Couldn’t Shoot Straight, a la que le seguiría Across 110th Street, dos filmes que reflejaban historias policiales en Nueva York. Y es que pese a su solvencia, su carrera artística -tanto en la televisión como en el cine- quedaría encasillada: quizás por el tan mentado pysique du role -que determina las presuntas características físicas que parecen apropiadas para ciertos roles- Young sería convocado una y otra vez para papeles de recios italoamericanos.
Una de las mejores escenas de Burt Young junto a Sylvester Stallone, en Rocky:
Sus primeros asaltos en el boxeo no estuvieron vinculados a la ficción: Burt golpeaba de verdad. Y golpeaba duro. Estando en la milicia se calzó los guantes para sus primeros combates: 34 en total, con 32 victorias. Luego boxearía como profesional bajo la tutela de Cus D’Amato, quien décadas más tarde sería entrenador de Mike Tyson. Young se ufanaba de no haber perdido nunca (14 triunfos en igual cantidad de peleas); “salvo un par de dientes…”, reía. Hasta llegó a hacerse amigo del gran Muhammad Ali, tras conocerse en una pelea de exhibición. Pero jamás tomaría en serio su paso por el ring: contaba que lanzaba golpes solo para desahogarse cuando se sentía “infeliz”.
Su papel en el filme The Killer Elite, estrenado en 1975, llamaría la atención de un Stallone al cual, después de mucho insistir, le habían dado la posibilidad de llevar a la pantalla grande la historia que había escrito sobre un boxeador italiano. Ninguno de los dos, ni Sylvester ni Burt, han podido precisar a quién le pertenece Paulie: los primeros trazos salieron del guion original, claro, pero fue el actor quien edificó el personaje, aportándole su impronta. Generoso, Stallone lo dejó crear.
El resultado está a la vista en esa maravilla cinematográfica que es Rocky, con 10 nominaciones al Oscar -incluida la de mejor actor de reparto para Young- y tres estatuillas, alzándose con la de mejor película. Maravillado con el argumento, Burt estaba en consonancia con Stallone: las desventuras de Balboa no eran propias de una trama de boxeo sino, simplemente, “una historia de amor sobre alguien que resiste. Ni siquiera alguien que gana: alguien que resiste”, diría.
A partir de allí, lo dicho: el Tío Paulie -aun cuando su naturaleza iría mutando hacia un rol más liviano y un tanto más querible- estaría en todas las películas de la saga de Balboa, y Young, en muchos filmes más: hasta 2018 actuaría en casi 70, como Chinatown y Once Upon a Time in America, entre otras. Lo mismo haría con series televisivas, con participaciones en Miami Vice, Law & Order y The Sopranos, por mencionar algunas.
Amante de la cocina italiana, por supuesto, Burt tendría su propio restaurante; sí, como el Rocky retirado. Y casi encaprichándonos con las semejanzas, en 1985 representaría a un boxeador profesional, David Sears, sin mayor trascendencia deportiva. Pero su gran pasión fue la pintura: en una escena de Rocky Balboa (2006, ver video) pueden observarse sus cuadros. Realizó unas 800 obras.
“Mi querido amigo: fuiste un hombre y un artista increíble. El mundo y yo te echaremos mucho de menos…”, escribió Stallone en su Instagram al conocerse la muerte de Young, acompañando el posteo con una imagen de ambos en una escena de Rocky. Porque Paulie podrá haber sido muchas cosas pero jamás dejó a su amigo solo en el ring: siempre lo siguió desde el rincón, manteniéndose en un segundo plano, leal e incondicional. Al fin de cuentas, ese personaje tuvo mucho de Burt.